Nadie espera que el Chelsea tenga que viajar a Madrid a bordo de un autobús conducido por Thomas Tuchel, pero el ofrecimiento del entrenador a ponerse al volante de un autocar si su club no tiene dinero para un avión ilustra bien el momento convulso que atraviesa la entidad londinense.
Un año después de haber dejado en la cuneta al Real Madrid en semifinales y posteriormente ganar la Champions, el sorteo vuelve a cruzar a ambos equipos, en esta ocasión en una ronda anterior. Los de Concha Espina, eufóricos tras su histórica remontada ante el PSG, buscarán repetir semifinales -y, por qué no, algo más- ante otro de los nuevos ricos del continente, recién caído en desgracia.
El equipo del oeste de Londres se halla en venta después de que el Reino Unido sancionase a su hasta ahora dueño, el oligarca ruso Roman Abramovich.
En los últimos días, el club se ha quedado hasta sin tarjetas de crédito. Ni siquiera puede generar ingresos por la venta de entradas en el vetusto Stamford Bridge, donde se disputará el partido de ida, a diferencia de la temporada pasada donde albergó la vuelta, sin público por la pandemia.
Todo ese estado de combustión interna no se ha traducido, al menos por el momento, sobre el terreno de juego. Y en eso ha tenido mucho que ver la figura de Tuchel, cuya dimensión se ha disparado en un club que profesaba devoción hacia Abramovich y que se ha encontrado huérfano tras su marcha.
Su compromiso con el equipo al afirmar que, pasase lo que pasase, permanecería en su puesto, ha supuesto una inyección de ánimo y estabilidad en todos los estamentos.
En Europa, el Chelsea despachó con gran solvencia al Lille en octavos, venciendo en ambos partidos, y en la Premier League marcha en una cómoda tercera plaza, lejos de Manchester City y Liverpool pero también con ocho puntos de ventaja sobre el cuarto, el Arsenal.
Los azules no pierden un partido desde el pasado 15 de enero, y vuelven a carburar después de un inicio de temporada algo dubitativo.
El bloque es en esencia el mismo que pasó por encima del Real Madrid en la eliminatoria de hace un año (1-1 y 2-0), con la adición de un Romelu Lukaku que no acaba de encontrar su sitio en Londres y con cuya marcha no deja de especularse.
Mientras, las jóvenes perlas "Blues" siguen floreciendo. En la eliminatoria contra el Lille destacó especialmente Christian Pulisic, autor de sendos goles en la ida y la vuelta.
A sus 23 años, se sigue esperando todo de la joya estadounidense, al que solo la irregularidad ha privado hasta ahora de dar un paso adelante junto a los grandes del fútbol.
Otra promesa, el alemán Kai Havertz, ya dejó muestras de lo que es capaz contra el Madrid en las últimas semifinales y sigue su camino hacia el estrellato.
Pese a todo, el alma de este equipo es todavía su capitán, el navarro César Azpilicueta, convertido en una leyenda del Chelsea y cuyo futuro sigue en el aire por una cláusula de renovación automática que dificultaría su fichaje por el FC Barcelona.
El exosasunista metió uno de los dos goles contra el Lille y liderará una defensa compenetrada y granítica, que se complementa bien con el centro del campo trabajador y eficiente que comandan el italiano Jorginho y el francés Ngolo Kanté y con un Edouard Mendy que ofrece plenas garantías en la portería.
El Madrid sabe bien la exigencia física que representa enfrentarse a un equipo muy bien trabajado tácticamente y con pulmones de sobra. Queda por ver si los problemas que afectan a la entidad londinense acabarán por afectar a su rendimiento deportivo o si volverá a suponer un hueso duro de roer para los blancos.
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El Chelsea, en estado de convulsión
Un año después de haber dejado en la cuneta al Real Madrid en semifinales y posteriormente ganar la Champions, el sorteo vuelve a cruzar a ambos equipos
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