Cuando se ha vivido una larga vida, lo más probable es que se adquiera una experiencia que viene a ser algo así como un manual de instrucciones avalado por los recuerdos y las vivencias; lo que nos ofrece la posibilidad de hacer esto o aquellos con cierta seguridad para equivocarnos lo menos posible. Cierto es que los seres humanos, en ocasiones, somos imprevisibles cuando dejamos la experiencia en un segundo plano para guiarnos por conductas que fuimos adquiriendo ajena a nuestras condiciones. Si las aplicamos como nuestras, cometemos un gran error, porque cuando dejamos de actuar conforme a nuestra propia naturaleza, algo dentro de nosotros se rebela y termina perturbándonos.
Hay personas que no acaban de estar satisfechas con lo que han vivido, ni contentas con los resultados que de la vida esperaban ¡Otro tremendo error! Porque la vida ni da ni regala, solo te elije para que la vivas, ese es su regalo, así que eres tú quien tienes que encontrar sentido a tu existencia cultivando día a día aquellas cosas que más te benefician.
Los que por desgracia estén descontentos con la trayectoria que a lo largo del tiempo hayan vivido, forjado o creado según sus actividades intelectuales, morales, artísticas o económicas; puede significar que no llegaron a conseguir las metas que se impusieron, ni fueron capaces de lograr aquello que verdaderamente les hace felices. Quizás resulte difícil entender que haya personas que siendo lo que son, no se sientan realizados con los logros conseguidos, y a pesar de atesorar grandes patrimonio y vivan en la opulencia, aprecien o deseen logros que otras personas de rangos inferiores consiguieron.
Aunque dudo que exista la verdadera felicidad, estoy convencido que hay otras muchas cosas que nos ayudan a ser felices. De eso saben bastante las personas humildes y bondadosas que comparten con sus semejantes la amistad, el cariño, e incluso hasta los bienes que poseen. Son aquellos que disfrutan con los logros cotidianos que tienen a su alcance, porque lo importante quizás no se encuentre en las cosas grandes, el poder o la riqueza. Un nuevo amanecer o un apacible atardecer pueden resultar extraordinarios para los que amamos la naturaleza. Lo cercano, lo posible, lo cotidiano... es inmensamente agradable y gratificante… Aquellos que se afanan en conseguir lejanos futuros, nunca podrán entender ni apreciar el cariño de lo más cercano. Su ambición les impide que puedan verlo.
El futuro es tan imprevisible que no existe como tal, sin embargo, el presente es la vida misma, porque puedes valorar los instantes que estás viviendo y disfrutar de ellos. Lo que queda por vivir solo Dios lo sabe. Otra de las incógnitas que nos aguardan en el futuro es, que inevitablemente nos encontraremos con la señora de la guadaña, y eso a nadie le gusta. Hay que aprender a utilizar el tiempo adecuadamente, para que las cosas agradables, bellas y sencillas pasen lo más lento posible. Y cuidado con intentar vivir las vidas de otros, porque entonces, no solo no vivirás la vida que te correspondía, sino que no habrás vivido ni tu propia vida.