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A Costas le importan un pimiento las tortillitas de camarones o que se sequen las salinas

No sólo no rescata y recupera las que por ley debería rescatar, no recupera las que rescata, sino que le pone una losa a empresarios que pretenden explotarlas

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  • Lo que va quedando. -

No hay camarones de La Isla. La ciudad que se precia de ser una de las cunas de las famosas tortillitas que incluso fueron objeto de simposio organizado por la Cofradía Gastronómica Los Esteros, come camarones de fuera de la localidad, incluso de fuera del país, de Portugal, a pesar que sus esteros están plagados de buenos camarones que sólo se ven en algunas esquinas en pequeños puestos de mariscadores que todavía los hay, pero cada uno con lo suyo.

Fue una curiosidad del simposio que sacó a relucir el biólogo Juan Manuel García de Lomas y no sin un notorio enfado por la situación, sobre todo porque es un episodio más de la incalificable situación del sistema salinero de San Fernando y en general de la Bahía de Cádiz, son loables excepciones exitosas y también de proyectos ruinosos cuando han llegado buscando subvenciones y no otra cosa.

Por supuesto que la situación tienen responsables y no sólo por los camarones. Los responsables lo son de que las salinas y esteros de un término municipal estén colmatadas, secas, degradadas, con las corrientes cegadas por el abandono y y una vez más hay que decir que por la dejación de funciones del Ministerio de Transición Ecológica y de su brazo ejecutor, la Demarcación de Costas Andalucía-Atlántico.

Actualmente hay 22 salinas, algunas en los alrededores de la Carraca que pertenecen al término municipal de Puerto Real. Sólo tres de ellas se dedican a labores de marisqueo. San Judas y Margarita que lo hacen con las ostras y Los Ángeles de San Cayetano que se dedica al pescado de estero. Ninguna al camarón.

Pero dejando a un lado la paradoja que en una de las ciudades de las tortillitas de camarones no se pesque el camarón, que puede resultar baladí, no lo son tanto las causas, no ya de que no se pesque camarón sino que sigan deteriorándose día a día, año a año, sin que los responsables principales les importe un bledo no ya su explotación y creación de riqueza, sino el destino mismo del sistema salinero de San Fernando o de cualquier otro lugar de la Bahía de Cádiz.

Ni come ni deja comer

Ni come ni deja comer. Es la frase que mejor definen el abandono de las salinas y ya se ha explicado en estas páginas en muchas ocasiones por el compromiso de este periódico por mantener un elemento primordial que en otros tiempos fue uno de los pilares de la economía de San Fernando.

Y es que independientemente de que Costas hace dejación de funciones con las salinas que están abandonadas, tampoco ayuda a que empresarios del sector puedan poner en marcha proyectos de explotación sostenibles que las vuelva productivas y además las mantenga en perfecto estado. O dicho de otra forma más gráfica, le importa un pito que las salinas desaparezcan, que lo harán en pocos años más.

Es cierto que Costas tiene que ajustarse a la ley a la hora de cobrar el canon de ocupación a los concesionarios de salinas. Pero no lo es menos que también tiene la obligación -por Ley- de retirar la concesión de una salina si no está en producción durante tres años. A la hora de cumplir, cúmplese todo. No sólo que le interesa.

¿Cuál es la política de Costas en estos momentos? Primero, incumplir sus propias normativas puesto que existe una gran cantidad de salidas abandonadas que debería haber rescatado por Ley y además cumplir otro requisito tras el rescate: mantenerla. Y esa es la dejación de funciones.

¿Qué hace Costas cuando un empresario pide una concesión con un proyecto productivo bajo el brazo que podría ser un elemento dinamizador de la economía además de mantener las salinas? Pues obligar al empresario a restaurar la salina que es lo que debería de haber hecho Costas si quiera la concesión.

Evidentemente, el empresario se encuentra -sobre todo dada la situación de las salinas- con que el presupuesto para su proyecto se dispara hasta el punto de no poder llevarlo a cabo. Y el empresario se va. La salina sigue degradándose. A Costas le importa un pepino.

Lo que piden los agentes del sector es una salida intermedia que podría beneficiar tanto a Costas -que no se vería en la desagradable situación de la indolencia que viene demostrando desde hace años- y a los empresarios. Ya puestos a ser laxos en el cumplimiento de las normativas como no mantener las salinas que ya están en poder de Costas o recuperar y mantener las que debería de rescatar, la solución intermedia es establecer un periodo de carencia en el canon de ocupación que la Demarcación exige desde el primer momento y que obliga al empresario a gasta su dinero en otro proyecto.

Esos tres, cuatro o cinco años de plazo permitirían al empresario cumplir lo que le pide Costas, que es restaurar la salina y una vez que vaya obteniendo ganancias comenzar a pagar el canon de ocupación religiosamente. Y suponiendo que el negocio no funcione a los cuatro o cinco años, la beneficiada sería Costas, puesto que el empresario, al menos, habría rescatado la salina gracias al canon que dejó de pagar a Costas y que Costas debería haber gastado en rescatar la salina como es su obligación.

Otro culpable

Hay otro culpable, aunque en este caso secundario porque no puede convertirse en actor principal. Quizá algunos recuerden el convenio que firmó el Ayuntamiento con Ctaqua y la Salina San Vicente precisamente para trabajar por poner en producción el sistema salinero. El Consistorio de San Fernando de tener en alguna mesa ese Plan Especial del Zaporito y su parque periurbano al amparo de los fondos EDUSI para actuar en las salinas De los Santos, San Cayetano y los Ángeles de San Cayetano a través de una escuela-taller o un instrumento parecido.

Pero también ahí hay un problema de envergadura, además del económico. Si el Ayuntamiento se metiera en el fango y pidiera una concesión para poner en marcha ese proyecto -y de camino pedir autorización para cultivar y pescar camarones- no podría hacerlo como empresa sino que tendría que sacarlo a concurso público y entraría de lleno en el laberinto de Costas que encarece todo el proyecto, sin la garantía además de que la inversión municipal encontrara luego a un concesionario para la explotación en firme. O sea, no sólo para un proyecto a nivel cultural y de difusión, además de turístico, sino uno que genere lo suficiente para que el proyecto empresarial sea del empresario con todas las consecuencias y no una hipoteca para la ciudad.

Es verdad que hay fondos de otras Administraciones que podrían comenzar el proyecto, pero lo que hay que buscar son empresarios a los que las Administraciones no pongan más pegas que las que ya ponen antes que convertir las Administraciones en posos sin fondo de gastar dinero público. Entre otras cosas porque están regidas por el cortoplacismo, les importa un bledo todo proyecto que no sea un granero de votos y cuando hacen algo, luego no lo mantienen. ¿Alguien se acuerdo da aquel proyecto de la Salina Dolores de los ayuntamientos de San Fernando y Cádiz de primeros de siglo, siendo alcaldes Antonio Moreno y Teófila Martínez, respectivamente? Pues eso,

Mantener una salina no es barato. Y si no que se lo pregunten a Costas que ha recuperado varias salinas cumpliendo con su obligación, como Esperanza Siglo XIX y otras tantas, pero en las que no ha invertido ni un solo euro. Si se secan, que se sequen.

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