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Doce horas de viaje para ver al Málaga hundirse: así se vive desde dentro

Acompañamos a una de las peñas, la de Benamiel, en su viaje en bus hasta Leganés para describir el sentir de una afición que está harta, pero no se rinde

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  • La afición señala a Manolo Gaspar por su planificación descompensada y a varios jugadores por su pésimo rendimiento
  • Colistas con 6 derrotas, 3 empates y una victoria. Equipo roto mentalmente y para colmo, también en lo físico.

El Estadio Municipal de Butarque fue este miércoles el escenario de una tragedia no tan inesperada. Porque la derrota es eso que el malaguista asume como muy probable. Quería comprobar con los cinco sentidos por qué la gente decide levantarse un miércoles festivo a las cinco de la mañana para hacerse, apelotonados en un bus, unas seis horas de ida y otras seis de vuelta para ver al Málaga. Para ver cómo cae a la lona una vez más y sin fuerza para levantarse.

Recorrer por carretera 1.100 kilómetros era, para muchos aficionados, algo rutinario cada año. Los desplazamientos masivos son comunes y se echaron de menos en pandemia. En el autobús de la Peña Benamiel -una de las valientes que no pararon de animar, al igual que la Peña Universitaria, Fondo Sur 1904, Peña Malaguista de Manilva, Boquerones en Madrid o Peña Súperbasti- se empieza a calentar la voz desde bien temprano. Cánticos, parada para tomar café y coger fuerzas, más cánticos, bufandeo, banderas, una porrita para llevarse un bote de 56 euros si se acierta el resultado o un juego de preguntas y respuestas sobre el Málaga CF para amenizar el trayecto.

Aquí hay chavales de menos de 10 años con sus familiares, jóvenes adolescentes que han engañado a su madre para que no les impidieran venir, veteranos en mil batallas o chicas que viven cada derrota como una pequeña punzada en el corazón: “viene una con toda la ilusión y sales del campo así, llorando”. Acaba de terminar el 1-0 en Leganés, la sexta derrota.  

Todo el que trata de desahogarse señala que el problema viene de la dirección deportiva, que ha fabricado una plantilla descompensada, sin extremos ni laterales suficientes. Muchos piden la dimisión de Manolo Gaspar. También están decepcionandos con la actitud y el bajísimo rendimiento de (casi) todos los jugadores.

“Málaga somos nosotros”, cantaron al unísono todos los desplazados. No les falta razón. Jugadores que pasan siguen arrastrando el escudo por cada campo y la afición está harta. Pepe Mel se acercó a un grupo de hinchas para agradecerles, disculpar a sus jugadores y pedir “un mes” de confianza. “Estamos cansados ya, Pepe”, replicaron. Él es el último culpable.

Una deriva peligrosa

En la vuelta, los aficionados debatían  y buscaban culpables. “Urgen medidas”, “los jugadores no son tan buenos”, “un club sin presidente es lo que tiene”. Les preocupa que, desde que el jeque dejó tirado al club y llegó la administración judicial, la entidad se ha dedicado a sobrevivir, pero no a avanzar.

Era la una de la madrugada cuando se llegó. Había gente que se tenía que levantar a las seis de la mañana para trabajar, ir a la universidad o al instituto. Lo realmente interesante es escuchar, después de haber pasado por la ilusión, el éxtasis, el bajón, la ira, la impotencia y el desdén, después de haber invertido tanto para tan poca recompensa, la siguiente confesión de un joven malaguista: “Y somos tan tontos que ya pienso en el próximo desplazamiento a Zaragoza”.

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