Escribo este artículo después de que el sol se haya colocado sobre el ecuador para dar lugar al segundo equinoccio del año, que provoca la igualdad en la cantidad de horas diurnas y nocturnas en el día que lo acoge.
A partir de ahora, pues, los rayos solares perderán intensidad para volverse más tímidos ante la posibilidad de quedar totalmente ocultos por las nubes.
En la playa, todos los gritos del verano quedarán desterrados en el olvido mientras que las olas irán perdiendo su brillo para adquirir un tono cada vez más gris.
Pero esta transición también se produce en todas las casas, donde, por ejemplo, lápices y cuadernos recobran la vida para impregnar el ambiente de ese olor a escuela que se recuerda toda la vida. Pero el lugar donde se produce uno de los relevos más significativos es, sin duda, el armario, ya que las mangas recuperan su protagonismo para combatir los rigores del General Invierno.
Asimismo, el ventilador comienza su periodo de hibernación para entregar el testigo a las estufitas, que reinan en el salón junto a las imprescindibles mantitas que ya se colocan estratégicamente en el sofá.
Incluso en la cocina, las cucharas miran por encima del hombro a los tenedores, puesto que los guisos le ganarán claramente la partida a las ensaladas. Al igual que ocurre con el equinoccio de marzo, se reabre de nuevo el eterno debate entre los partidarios del frío y los del calor. En la calle, se adivinan con facilidad quién pertenece a un lado o al otro. Los hay que pasean, altaneros, con las manos en los bolsillos murmurando las ventajas del fío con respecto al insoportable calor que se acaba de marchar y juramentándose para no volver a pisar el mar hasta el mes de mayo, por lo menos. Por otra parte, también se distinguen los que, con disimulo, le dedican un guiño de complicidad a ese mismo mar con la intención de dejarle claro que están deseando zambullirse de nuevo en esas aguas en cuanto se les presente la mínima oportunidad.
“Que gloria de invierno”, mascullan sonriendo algunos.
“Joder, que frío”, murmuran con fastidio los otros.
Lo único cierto es que, tanto partidarios como detractores de la recién estrenada estación habrán sumado tres meses más en sus respectivas cuentas corrientes de una vida que, inexorable, continúa su paso ajena a todo tipo de fobias y filias.
Verano o invierno.
¿Y tú de quién eres?
