El libro, editado por Turner y el Ministerio de Defensa, homenajea a estos reporteros capaces de “reflejar en un segundo” el significado de algo tan brutal como una guerra, según el periodista Rafael Moreno, coautor de la obra junto a Alfonso Bauluz.
La guerra, servida en plancha de plata o pixelada, fascina y perturba al mismo tiempo, como el centenar de fotos seleccionadas por Moreno y Bauluz y que retratan a su vez a sus autores, cada uno con su mirada particular, desde Enrique Menseses, maestro de todos los contemporáneos, a Agustí Centelles o Gervasio Sánchez.
“Son gente muy dura emocionalmente y con una extrema sensibilidad”, explicó ayer Moreno en la presentación de la obra en la Escuela de Guerra. “Hay que estar un poco loco para ser fotógrafo de guerra. Tienen que estar en primera línea, aquí no hay mentira, no hay doblez”, añadió.
No hay mentira en estas fotos, como tampoco una innecesaria crudeza gore, como señaló Bauluz, que destacó que la mirada del fotógrafo prefiere dirigirse al dolor de los vivos que al horror de los muertos.
El libro es como un túnel negro que atraviesa siglo y medio de muerte y destrucción, desde 1860 a 2011. En la selección de Bauluz y Moreno hay poco espacio para la gesta y el heroísmo.
Herederos de Goya y sus Desastres de la guerra, los reporteros españoles se acercan a la guerra con la misma intención con la que el maestro aragonés titulaba su escena número 44: Yo lo vi. Los ochenta aguafuertes de Goya encuentran su espejo en esta selección de imágenes de cerca de ochenta fotoperiodistas.
Empieza con la Guerra de África, en la España isabelina.