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Notas de un lector

Llenar la soledad

Llama la atención su dominio estrófico y versal, su decir evocador, envuelto casi siempre en un halo de sobrio misticismo

Publicado: 26/11/2024 ·
12:32
· Actualizado: 26/11/2024 · 12:32
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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El XLIII Premio Mundial “Fernando Rielo” de Poesía Mística recayó en su última convocatoria en “Visiones”, de César Augusto Franco Martínez (1948). Doctor en Teología, es Obispo de Segovia desde 2014.

Tiene publicados varios libros de investigación bíblica, además de muy diversos artículos divulgativos y de indagación sobre el Nuevo Testamento.

Conocí su quehacer lírico hace ya una década. Desde un primer momento, me llamó la atención su dominio estrófico y versal, su decir evocador, envuelto casi siempre en un halo de sobrio misticismo, además de su manera tan personal de conceptualizar de manera cómplice su íntima expresividad. De ello, dejó constancia tiempo atrás en la revista arcense “Piedra del Molino”. Ahora, con la edición de estas “Visiones”, su voz y su mensaje encuentran mayor difusión y merecido eco.

Fue el propio fundador del certamen, Fernando Rielo, quien afirmara que “en la palabra de Cristo se encuentra la semilla de todas las formas literarias posibles”. Sin duda que, aquí y ahora, César Franco ha encontrado a través de la poesía el modo de que esa semillase torne común y cale en cada lector que se acerque hasta este sugerente conjunto.

En su lúcido prefacio, Daniel Cotta Lobato se afana en exponer las principales claves que vertebran “un libro donde la luz ensaya, como en las catedrales góticas, muchas maneras de mirar la fe (…) Hondura, pero cercanía. Sabiduría, pero sencillez. Cultura, pero por encima de todo, amor. Amor, recibido de Dios y que César Franco transmite a través de sus versos, haciendo de su poesía un precioso depósito del bien, la verdad, y la belleza”.

Dividido en siete apartados, “¿Qué es el hombre”?, “Teofanías”, “Con tal de verte”, “Dios celoso”, “Apareció una mujer”, “Hemos visto su gloria” y “Plegarias”,  el volumen transita por la esencia indisoluble del anhelo de unión con Dios, de la voluntad de alcanzar su gloria y su llama y moldear nuestra espiritualidad a su imagen y semejanza.

En su ulterior mensaje, el yo lírico asume su condición desigual (“Ven a lucharconmigo,/ aunque ganes sin duda la pelea”), pero no renuncia a lograr las necesarias respuestas que asedian al ser humano: “¿A qué tanta apariencia si a la postre/ volvemos sin aliento al primer barro?”.

Y, desde esa greda que enciende las horas, los interrogantes y las promesas, ese mismo yo es consciente de su índole solidaria: “Me duele cada hombre con su herida,/ sin historia ni rostro conocido”.

En busca de la lumbre que ilumine su caminar, el poeta se deja ganar por una compañía necesaria, unánime en su fervor y que reescriba desde su alma la pulsión que otorga sentirse vivificado: “Tú pronuncias mi nombre y amanece./ Me despierta tu voz, estás conmigo./ Te sientas a mi vera, sin abrigo/ sin prisas ni limosna y atardece.”. Con ella y desde ella, su mensaje de amor resucitado, de sólita esperanza, continúa inquebrantable, y se hace diálogoemocionado y vinculante: “Llena mi soledad, ven a mi cena./ Procúrame el milagro que te abra/ la puerta para ser uno contigo”.

En suma, un poemario palpitante en su creciente credo, que late y resuena desde la hermosa verdad de sus adentros: “Déjame que te ame/ hasta morir de dicha/ y corone tu frente/ desgarrada de espinas/ con besos de mis labios”.

 

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