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Sevilla

De los Mulatos a Rodríguez Marín: Un viaje por la memoria olvidada de Sevilla

La pequeña calle que conecta San Ildefonso con Águilas esconde una historia multicultural que habla de integración, fe y memoria histórica

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  • Calle de los Mulatos, en Sevilla

Si paseamos hoy desde la Plaza de San Ildefonso hacia la calle Águilas, encontraremos una pequeña vía que desde 1906 lleva el nombre de Rodríguez Marín. Este nombre rinde homenaje a un destacado cervantista, poeta, folclorista y lexicógrafo nacido en Osuna, quien dirigió la Biblioteca Nacional y presidió tanto la Real Academia Española como la Academia de la Historia. Este ilustre intelectual, profundamente vinculado a Sevilla, llegó a ser reconocido a nivel nacional por su trabajo en la recopilación de refranes, cantos populares y sus tres ediciones del Quijote. Aunque su figura merece con creces esta distinción, el nombre anterior de la calle, “calle de los Mulatos”, encierra una historia de siglos que merece ser recordada.

Durante casi 350 años, esta calle reflejó la presencia de una comunidad profundamente arraigada en la Sevilla de los siglos XVI y XVII. En plena expansión comercial tras el descubrimiento de América, Sevilla se convirtió en un epicentro económico y cultural con conexiones transatlánticas. Este auge trajo consigo el auge del sistema esclavista, con un notable flujo de africanos hacia la ciudad y las colonias de ultramar. En 1565, los censos documentan la existencia de más de 6.000 esclavos en una población de unos 100.000 habitantes, un porcentaje significativo para la época.

Entre estos esclavos, los mulatos —descendientes de africanos y europeos— formaron una comunidad única. Debido a que muchos eran nacidos en Sevilla y tenían una apariencia más cercana a la población blanca, lograron una mayor integración social, especialmente en el ámbito religioso. Esto les permitió fundar en 1571 la Cofradía de la Presentación de Nuestra Señora, que pronto se estableció en la parroquia de San Ildefonso. Allí, construyeron una capilla en 1585 y albergaron al Cristo del Calvario, una obra de Francisco de Ocampo que formaría parte del patrimonio cofrade sevillano. Esta cofradía permaneció activa hasta finales del siglo XVIII, cuando el derribo del antiguo templo parroquial marcó su disolución.

La calle, conocida como “de los Mulatos” desde finales del siglo XVI, quedó registrada en mapas históricos como el plano de Olavide de 1771, así como en otros posteriores del siglo XVIII y XIX. Sin embargo, en 1906 perdió esta denominación al ser rebautizada como Rodríguez Marín, un cambio que eliminó un importante vestigio toponímico de la presencia de esta comunidad en Sevilla.

En un gesto por recuperar esta memoria histórica, la Hermandad del Calvario promovió la instalación de una placa conmemorativa que rememora el nombre original de la calle. El Ayuntamiento de Sevilla acogió la iniciativa como una forma de reconocer el pasado de este rincón de la ciudad. Este tributo no solo rescata del olvido a una comunidad marginada, sino que también honra la riqueza multicultural de Sevilla en su época de mayor esplendor. La ciudad vuelve a tender un puente entre su historia y su presente, recuperando un pedazo de su identidad perdida.

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