La Fiscalía General del Estado ha lamentado profundamente el fallecimiento de Rosario Paricio Rodríguez, fiscal de Menores en la Fiscalía Provincial de Sevilla. "Nos unimos al dolor de su familia, personas allegadas y compañeros y compañeras, tanto de la Fiscalía de Sevilla como de la Unidad de Menores", señala.
Rosario Paricio, que el próximo mes de mayo habría cumplido 63 años, ingresó en la carrera fiscal en 1991. Estuvo destinada los dos primeros años en Barcelona y después se incorporó a la fiscalía de Sevilla, donde ha ejercido hasta su fallecimiento.
Mujer polifacética, hincha del Betis y muy aficionada a la pintura, su temprana e inesperada muerte ha causado una profunda conmoción en la Fiscalía sevillana, donde deja un gran vacío. Así la recuerda el teniente Fiscal de la Inspección, Javier Rufino, compañero de promoción y amigo de Charo desde hace décadas, así como otrora responsable de la Fiscalía de Medio Ambiente en Sevilla.
"Charo Paricio, nacida en Madrid en 1962 pero tan alicantina en su juventud como sevillana por decisión, ha sido un modelo de ejercicio imparcial de la profesión, a la que accedió siguiendo los pasos de su padre, Luis Paricio Dobón, añorado magistrado en la Audiencia de Alicante. Mujer y madre de abogados, devota de su hija, hasta su prematura marcha ha sido a la vez amiga y referencia de honradez tanto para los fiscales de Sevilla como un recuerdo dulce para los de Barcelona. Hoy la lloramos sin perder de vista su alegría contagiosa y su permanente sonrisa, que es la que con certeza perdurará", destaca.
"Charo ha sido una vocacional fiscal de menores durante 25 años, convencida defensora de nuestro papel en la investigación, suave con los débiles y dura con los problemas. Compañera y amiga fiable, leal a los suyos, sincera en sus opiniones y cabal en todas las facetas de la vida, cultivó una generosidad siempre dispuesta, sin concesiones a la mediocridad en nuestro oficio ni a la tibieza en las cosas que importan", indica el teniente Fiscal de la Inspección.
"Fue fiscal pero fue sobre todo una mujer polifacética y curiosa, que sabía que la sensibilidad es el traje elegante de la inteligencia y que el cuidado de las formas perfecciona la verdad: tuvo horas para su afición a la pintura (todos sus amigos tenemos al menos un Paricio en casa), melómana habitual en la Sinfónica, contralto en su querido coro, aficionada a la literatura aunque poco dada a hablar de sus lecturas, y desde luego bética sufridora".