La Gymástica es baloncesto, ese club ilusionado, inconformista y ambicioso en el que se ha convertido. Una entidad que se mira a sí misma. Fiel a una filosofía que ha madurado para ser lo que es hoy en día. Se ha ido moldeando como el que no quiere la cosa al nuevo rol que ha tenido que interpretar ante los nuevos retos conseguidos.
Su crecimiento en los últimos años y los nuevos objetivos alcanzados no les han hecho perder la cabeza en su afán de mantener sus principios a base de constancia y sacrificio. Entendieron que los logros no bastan con alcanzarlos, hay que saborearlos en justa medida sin eternizarlos y, sobre todo, con una clara intención sirvan como plataforma de lanzadera para venideros desafíos y confiar en las posibilidades que ofrece un modelo de gestión deportiva.
Con los pies en el suelo, ha ido cimentando un proyecto que reluce como pocos, sin extrencidades, sin locuras y con el pleno convencimiento de que los frutos madurarán después del trabajo bien realizado. En la derrota, fue deportivo y en la victoria, buscó la llave inmortal del triunfo.
A él se acoge desde que ascendiera de categoría. Con el buen sabor de boca dejado ante la mejor temporada de su joven historia, camina con el propósito de seguir escribiendo páginas y páginas en un libro sin título y sin terminar.
Fidelidad a unos colores
El baloncesto base portuense atestigua una realidad ante la cantera más floreciente de los últimos años. Los éxitos deportivos, y de una manera destacada, también, en el Club Baloncesto Portuense, reluce el buen hacer. Comenzar la casa por el tejado se apartó hace tiempo en pos de priorizar la formación de los jóvenes valores que vienen apostando fuerte.
Crecer y consolidarse dentro del club es la idea primigenia con la que se intenta imponer, para que la concepción y el amor a unos colores se magnifiquen cuando éstos acaben su carrera y tengan una labor dentro de la estructura de la propia entidad.