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Sevilla

“Pecho Hierro” en el recuerdo

Manuel Vázquez Alcaide, empresario agrario y jinete, un personaje de los años 40 a 70, en el paseo y tertulias de la calle Tetuán, junto a la Granja Garrigós o el Gran Britz,conocido popularmente como Pecho Hierro. Nuestro hombre fue un conocedor vocacional del lenguaje agrario e hípico y legó parte

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  • Alcaide junto a Franco -

Manuel Vázquez Alcaide (Sevilla, 2 noviembre 1916-8 junio 2004), casado con Amelia Raventós Casajuana,Meli; cuñado de los matadores de toros mejicanos Carlos Arruza y Antonio Toscano; con ochenta años de antigüedad como hermano del Gran Poder, conocido por sus amigos con el sobrenombre de Pecho Hierro,  fue un hombre singular que asimiló desde la infancia las constantes camperas clásicas: trabajaba en las faenas agrícolas y ganaderas de la finca familiar, domaba sus potros y yeguas, conocía las plantas silvestres, arreglaba los aperos; sabía herrar, trillar, aventar; mandaba hacer a sus hombres lo que él antes había hecho, y bien hecho, a conciencia, convirtiendo el trabajo en juego; hablaba su mismo lenguaje campesino. A pie y a caballo, tuvo la mirada siempre alta de conciencia limpia, al horizonte, a los ojos de las personas.

Cuando Manuel Vázquez Alcaide montaba a cualquiera de sus caballos -Brillante, Mensajero, Playero, Duende, Monarca...- y recorría la finca Villagrán, en pleno Aljarafe Alto, al regreso, le gustaba mirar al caserío y recordar sus vivencias cortijeras de medio siglo. Pocos conocían al Manuel Vázquez Alcaide labrador y ganadero, al empresario agrario que trabajaba de sol a sol cuando era preciso. La gente sabía de su destreza con los caballos de verlo montar en las Ferias de Sevilla y de Jerez, en la romería del Rocío y algunas fiestas camperas, pero en la ciudad, en las tertulias de la Granja Garrigós o del Gran Britz, era Pecho Hierro, el hombre campechano, abierto a sus amigos, de trato alegre y desenfadado, que nunca se cansaba de hablar de caballos, de los que conocía su vida y milagros desde el nacimiento a la muerte.

Pocos podían mejorar sus palabras sobre los comportamientos del caballo en el campo, su crianza, sus orígenes, sus razas y estilos de doma. Pocos también podrían aportar vocablos nuevos a su léxico campero y equino. Si el tema era la doma vaquera, fluían las voces referidas al atalaje. Sobre la montura vaquera, ni una sola pieza escapaba a su precisa explicación. Y así sucesivamente, sin fronteras para los conocimientos adquiridos por vocación a lo largo de toda una vida. Y cuando se trataba de formas de montar, Manolo Vázquez Alcaide era exigente, sin concesiones.

Manuel Vázquez Alcaide mantendría su plena dedicación agropecuaria en Villarán hasta finales de los años sesenta. Después, siempre a mitad de camino entre la ciudad y el campo, nunca  dejó de montar, de recrearse en la doma y el paseo, de mantener esa indescriptible y personal compenetración y entendimiento con su caballo favorito. Siempre fue conservador a ultranza y nunca cambió de bandera. Con ochenta y siete años falleció en 2004. Con él desapareció un personaje de leyenda sevillana.

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