Los presidentes de varios países africanos han pedido este martes a Occidente que actúe para poner fin a la crisis en Libia, cuyo recrudecimiento amenaza con desestabilizar la región del Sahel, y especialmente a países como Malí, Burkina Faso, Níger y Chad.
"Mientras no hayamos resuelto el problema en el sur de Libia, no habrá paz en la región", ha sostenido el presidente de Malí, Ibrahim Boubacar Keita, durante un foro de seguridad africana celebrado en la capital de Senegal, Dakar.
Malí se convirtió en una de las primeras víctimas colaterales del caos que estalló en Libia tras la captura y ejecución de Muamar Gadafi, tras lo que múltiples milicias islamistas cruzaron la frontera y tomaron parte del norte de Malí en 2012, secuestrando un levantamiento tuareg en busca de la independencia.
Finalmente, una intervención militar francesa hizo retroceder a estos grupos, algunos de los cuales mantenían vínculos con Al Qaeda, si bien éstos han continuado sus ataques y atentados contra los 'cascos azules' de la ONU y los milicianos tuareg.
En este sentido, el presidente de Chad, Idriss Deby, ha manifestado que "ahora Libia es un terreno fértil para el terrorismo y todo tipo de criminales", antes a agregar que la OTAN tiene la obligación de terminar lo que empezó con su intervención en el país árabe.
Por su parte, el presidente de Senegal, Macky Sall, ha recalcado que los Ejército de la región necesitan un mayor apoyo material de Occidente, mientras que su homólogo mauritano, Mohamed Ould Abdelaziz, ha solicitado a los países occidentales que dejen de pagar rescates para liberar a los ciudadanos secuestrados por los grupos extremistas.
"Les estamos dando más capacidad para llevar a cabo sus comportamientos terroristas", ha argumentado Abdelaziz, en una aparente referencia a la decisión de Francia de pagar para conseguir rescatar a sus ciudadanos.
En respuesta, el ministro de Defensa de Francia, Jean-Yves Le drian, cuyo país ha desplegado a alrededor de 3.200 militares en el Sahel para hacer frente a los grupos islamistas, ha dicho que los problemas en el sur de Libia sólo se solucionarán a través de un acuerdo político.
Libia está inmersa en un conflicto entre dos gobiernos rivales, uno autoproclamado e instalado en Trípoli después de que las fuerzas de la operación Amanecer de Libia se hicieran con el control de la capital este verano, y otro asentado en la ciudad de Tobruk, en el este del país, y reconocido a nivel internacional.
El Parlamento de Tobruk ha estado aliado de forma formal con la 'Operación Dignidad' desde el mes de agosto, cuando nombró como mayor general a Abdul Razzaq Nazhuri, uno de los hombres más cercanos a Jalifa Haftar, que encabeza la citada operación.
Haftar, antiguo aliado del exlíder libio Muamar Gadafi, se rebeló contra su mentor en los ochenta y, según el 'think tank' estadounidense The Jamestown Foundation, pasó 20 años en Estados Unidos antes de volver en 2011 a su país de origen. Esta institución ha asegurado que el general renegado incluso contaba con el apoyo de la CIA.
Su gran reaparición llegó en febrero, cuando en televisión, flanqueado por una bandera libia y un gran mapa, reclamó que un Gobierno interino asumiese la responsabilidad en detrimento del Parlamento, paralizado por las divisiones que persisten desde el fin del antiguo régimen.