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San Fernando

Mahara (s), o dos con el vino a cuesta

José y Miguel Gómez elaboran un vino elaborado artesanalmente con tintilla de Rota, con una etiqueta donde figura San Fernando mientras buscan una bodega en La Isla.

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Como es lógico, cuando los políticos de San Fernando y los de la Junta de Andalucía, inmersos en conseguir una sociedad de emprendedores en vez de trabajadores del sector naval, de que sospechan que le acechan malos vientos, se partían la cara por ayudarlos cuando se enteraron de que en La Isla había dos jóvenes químicos que allá por 2011 sacaron la primeras añada de un vino llamado Mahara, hecho con tintilla de Rota, de forma natural y artesanal.

Una vez que los lectores se han percatado del sarcasmo -se podrían contar muchas historias sobre los comienzos, pero ellos no sueltan prenda, por lo que no sería biografía autorizada- son ellos los que toman la voz en la presentación de la añada de 2014 que presentaron este viernes en la Venta de Vargas.

Bodega Vinifícate, donde se elabora Mahara, nace en 2011 con la intención de trabajar con las variedades autóctonas, cultivadas en los suelos característicos de Cádiz, zona histórica de elaboración de vinos de calidad.


“Somos dos cañaíllas enamorados de nuestra tierra y de nuestra cultura, y queremos poner en valor las variedades de uva que se han cultivado en nuestra zona tradicionalmente. Tenemos la convicción de que con una variedad autóctona, cultivada en su entorno, se pueden hacer vinos maravillosos”, dicen los hermanos José y Miguel Gómez.

“Desde el primer momento en el que nos atrapo el mundo del vino, nos hemos desmarcado por la fuerte determinación de hacer vinos auténticos y de la defensa de las variedades del entorno”.

La intención no es otra que hacer “vinos sinceros. Sin tapujos ni artificios. Vinos que hablen de su procedencia, del lugar donde se cultiva la viña, del clima concreto de la añada y en el concepto más romántico que hablen de nuestra cultura. Y que expresen todo el amor que se pone en el proceso”.
Mahara es un vino tinto elaborado con tintilla de Rota, variedad que antiguamente se cultivaba en toda la provincia, y que recibía otros nombres como tinta de mencida en la zona de la Janda, tintilla (no de Rota) en Jerez...

Después del arranque masivo de vides por la plaga de la filoxera, la replantación se centró en la uva palomino, que es la predominante en la provincia, aunque la tintilla va haciéndose un hueco desde principios de este decenio y comienza a recuperar la elaboración de tinto, que antaño estuvo más extendida que en la actualidad.

En todo el proceso de elaboración manda el producto. La maduración de la uva se controla por cata. La elaboración es totalmente natural sin adicción de ningún producto externo a la uva. Todo el proceso se realiza por gravedad, de forma que no hay máquinas que toquen el vino.

¿Cuál es resultado? Lo primero es una sorpresa cada año, porque al no contar con la química, siendo ambos químicos, el sabor, el olor, el cuerpo del vino será distinto cada año, pero siempre con el marcha de lo natural y lo más importante, con un sabor que sólo se podrá paladear en la provincia de Cádiz.

Y es que su objetivo principal desde que se enamoraron el mundo del vino fue estudiar cómo se hacían los vinos autóctonos, lo que los llevó a conocer los procesos naturales de distintas tierras de vino de España.

Confianza total
“En todas partes han aprovechado las especies autóctonas y les han sacado el máximo rendimiento, y nosotros pensamos que en Cádiz hay variedades, aparte de la palomino a las que no se les está sacando el partido que nosotros pensábamos que se les podía sacar”, dice José Gómez.

A partir de ahí fue cuando decidieron comenzar a vinificar por sí mismos y de nació Mahara. “Confiamos totalmente en la tintilla de Rota, creímos que teníamos que apostar por ella y desde entonces estamos trabajando en un camino en el que vamos dando pasitos y descubriendo cuáles son los mejores procesos de elaboración”. Este año han comenzado a trabajar con palomino, pero siempre especies autóctonas”.

Por ahora no es rentable

Mal harían en cerrar las puertas a todo lo que no sean variedades autóctonas porque como señala Miguel Gómez, “con variedades foráneas se pueden hacer muy buenos vinos porque la combinación suelo-clima de Cádiz es extraordinaria”.

Por algo se ha hecho vino en la provincia desde tiempos de los fenicios, pero hay una matización. “Con variedades foráneas se pueden hacer buenos vinos pero nos gusta decir que eso es como un japonés cantando flamenco, que puede cantar muy bien, pero no es lo mismo que si lo hace un gitano de las Callejuelas”.

El gitano de las Callejuelas, el que “ha mamao eso” es la variedad autóctona, plantada en un suelo, aclimatada a un clima y que expresa un sitio. “Esa es nuestra intención a la hora de hacer un vino. Porque de lo que se trata es de que el vino diga por sí sólo de dónde procede”. Pero para conseguir ese resultado, lo primero y principal es “ser poco intervencionista en la elaboración y poco maquilladores en la crianza”.

Lo que debe salir de ese proceso es un vino que no tenga las particularidades de un buen vino, pero a la vez un vino peculiar y diferente “y sobre todo, muy bebible, vino ligero”.

Huyen del concepto de vinos de cata “que te ponen una copa y huelen muy bien, saben muy bien, pero no eres capaz de terminarte la copa. Nuestra intención es que nuestras botellas se consuman enteras, que no se quede vino en la mesa”.

Mahara, que es el primero -pero desde este año no el único- es un vino que marida magníficamente con la carne de ave y con un pescado consistente y si algún problema tiene es que “todavía” no se elabora en San Fernando, a pesar de que en la etiqueta lleva el nombre de la ciudad “porque la empresa es de aquí”, puntualiza Miguel.

De eso es de lo que se hablaba al principio. Al no tener bodega propia, ni en San Fernando ni en ningún otro sitio, han alquilado bodegas distintas para cada añada. “Este año, en concreto, hemos hecho el vino en Montecorto, cerca de Ronda, en la provincia de Málaga”.

La elección siempre parte del mismo concepto de la naturalidad en la elaboración. No les vale cualquier bodega sino aquellas que les permitan, con todas las garantías.

“Para trabajar por gravedad necesitamos una bodega que tenga una altura, que tenga máquinas para poder subir el recipiente y poder volcarlo en otro recipiente...”

Aún así y contando con que la uva procede siempre del mismo sitio, los lugares de elaboración influyen aunque muy poco, en el producto final. “Mientras más frío pase el vino en invierno, mejor”.
No obstante, la añada que ahora se consume, que es la de 2014, se elaboró en El Puerto de Santa María.

Y ahora llega la pregunta comprometida. Una variedad de uva que no está tan extendida y un tipo de vino elaborado de forma natural, artesanal, ¿es rentable?

“Aquí nos ha dado. Realmente no es rentable. Hay que hacer más cantidad. Hasta ahora las cantidades que trabajamos son pequeñitas porque tampoco queríamos tirarnos a la piscina desde el principio. Ya era arriesgado hacer lo que hemos hecho dos chavales hijos de maestros, no de grandes bodegueros, con la cantidad de buenos vinos y los precios que hay en España”.

Instalarse en San Fernando

Están buscando instalarse en San Fernando “porque somos cañaíllas, pero estamos buscando dónde instalarnos”. ¿Van a tener ayuda? “De momento estamos buscando nosotros. Saben de nuestra existencia y seguro que nos van a ayudar”, dicen ante la pregunta malintencionada de los apoyos que han tenido por parte de las Administraciones.

Mientras tanto están trabajando en otro vino, Amorro (no sé si junto o separada a preposición) que ya se probó en la Venta de Vargas y que como su nombre indica “no necesitas ni copa para tomártelo”.

Y es que una de las particularidades del vino de los hermanos Gómez es que pretende ser un vino “sin etiqueta, para todos, un buen vino que se tome en una reunión o en la comida pero al alcance de cualquiera”. Y muy para jóvenes.

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