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“Una mujer siempre tiene que demostrar el doble”

La presencia de la mujer en el mercado laboral está casi normalizada, a excepción de aquellas que ocupan cargos directivos y de las que ejercen trabajos tradicionalmente masculinos

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  • Sandra Moscoso

A grandes rasgos, la gran presencia de la mujer en el mercado laboral remunerado puede ser indicativo de la que igualdad entre hombres y mujeres es misión cumplida. En nuestro país, cerca del 70 % de las mujeres de entre 16 y 65 años, aquellas que se encuentran en edad laboral activa, desempeña un trabajo remunerado fuera de casa, una cuota muy similar a la del resto de países europeos, según datos cruzados del Instituto de la Mujer, la Comisión Europea y UNECE.
La tasa de participación laboral femenina en el último año en España es similar a la de Francia y Estados Unidos, superior a la de Italia (que supera ligeramente el 50 %) e inferior a la de Reino Unida, Alemania y Suecia, esta última, la más alta de todos los países de la OCDE, con un índice cercano al 80 %.
Pero no es oro todo lo que reluce: las altas tasas de paro en nuestro país, que afectan tanto a trabajadores hombres como a mujeres, son ciertamente más acusadas entre las mujeres: en el año 2000, antes incluso de que el paro fuese una de las principales preocupaciones de los españoles, el desempleo afectaba al 9,5 % de los hombres, y, en cambio, al 20,4 % de las mujeres. La brecha entre un sexo y otro era entonces de casi 11 puntos porcentuales.
En el año 2008, estas diferencias se minimizaron hasta alcanzar una diferencia entre sexos de algo menos del 1%. Y hoy, aunque la diferencia entre hombres y mujeres parados es menor que hace 10 años (hoy hay una diferencia del 1,8 %), estamos lejos aún del resto de Europa, donde no existe diferencia: hay tantos hombres desempleado como mujeres desempleadas. Las diferencias se suprimen conforme se asciende en el nivel formativo de los trabajadores: aquellos con estudios superiores o universitarios encuentran trabajo por igual, menos en España.
Lo que en apariencia parece un logro de las políticas de igualdad en nuestro país, se desmonta a poco que vemos estos indicadores de igualdad de género que ofrecen el Instituto de la Mujer, la Comisión Europea y la UNECE.
Las mujeres de nuestro país, además de todo los anterior, ocupan trabajos temporales, más precarios y peor pagados que sus compañeros hombres.No se trata ya solo de los mayores índices de paro entre mujeres que en hombres, sino también de la diferencia existente entre los salarios que perciben ambos por trabajos similares, vemos que sigue sin existir igualdad.
La desigualdad se vuelve descarada conforme ascendemos en las escalas de mando o si nos adentramos en profesiones tradicionalmente desempeñadas por hombres.
Tres gaditanas, mujeres en profesiones de hombres, cuentan qué supone ser mujer en un trabajo en el que es raro ver trabajadoras femeninas, y cómo se tienen que enfrentar al peso de hacer frente a lo que se espera de ellas.
Sandra Moscoso es jerezana y torera. Ha sido la única mujer que tomó la alternativa en la provincia, y actualmente compagina sus entrenamientos con su negocio de venta de embutidos ibéricos y quesos. Además es instructora en la escuela municipal de Tauromaquia de Jerez. Pero llegar hasta donde está ha sido difícil:  “el mundo del toro es un mundo muy machista” asevera. Y añade que “ es cierto que hasta ahora no ha habido ninguna mujer que haya sido capaz de haberse puesto en figura del toreo, compitiendo con todos  y de haber demostrado igual que muchos hombre. Quizá por eso no terminan de aceptar a la mujer”, explica Moscoso. “Las oportunidades son pocas para las mujeres, así que es más difícil mostrar nuestro avances”, afirma quien cree que “la mujer siempre tiene que demostrar el doble que un hombre para llegar al mismo sitio”. Moscoso es de la opinión de que “el problema es de la sociedad que no se acostumbra a ver a la  mujer hacer cosas que habitualmente no hacían antes y por eso te exigen más”. Por eso, y a pesar de haber logrado acceder al mundo del toro, si una hija suya decidiera seguir sus pasos “le diría que se dedicase a otra cosa, porque es una profesión muy difícil y dura, en la que tienes que dejar muchas cosas en el camino y jugarte la vida todas las tardes y eso no lo quiero para un hijo”.
Amelia Romero de la Flor es gaditana y jugadora de futbol sala en el Atlético de Madrid Navalcarnero (oficial C D. Futsi Atlético Féminas), de primera división. Y además juega en la Selección Española de fútbol sala. Mujer, joven y en un mundo profesional de hombres en el que “debido a los últimos éxitos deportivos españoles cosechados en su mayoría por mujeres, estamos teniendo más repercusión en los medios de comunicación, pero esto es un bucle en el que poco a poco estamos consiguiendo que se nos de el lugar que merecemos”, explica Romero.
No obstante, su carrera no ha sido fácil. “Cuando era pequeña si que me he encontrado con actitudes discriminatorias por parte de algunos compañeros”, sostiene, y aunque piensa que el deporte, “como cualquier otro ámbito”, hay gente de todo tipo, “también machistas, pero pienso quelas cosas están avanzando a buen ritmo y cada vez no sólo aceptan sino que están apostando más por el deporte femenino, sobre todo por los éxitos que les estamos dando al deporte español”.
A pesar de las dificultades, siempre contó con el apoyo de su familia: “me han apoyado en todo momento, no sólo desde pequeña sino en todas las decisiones que he tenido que tomar a lo largo de mi trayectoria como deportista, ya que saben que esto para mí no es solo un hobby, sino mi pasión”. Y no dudaría en hacer lo mismo si tuviera una hija que decidiera dedicarse a una profesión de fuerte presencia masculina, “yo he vivido en persona esa situación y la comprendería en todo momento porque se cómo puede llegar a sentirse”. Y apuesta por la formación: “en la actualidad solo hay tres equipos en primera división con entrenadoras, los demás son hombres. Para ello, debemos formarnos, ya que cada equipo va a elegir su entrenador o entrenadora en función de la capacidad para llevar a un equipo, no por el género. Quizás si hablamos de otros deportes pues la cosa cambie, pero en este deporte, están los más capacitados en sus puestos sin importancia del género”.
Alba Fernández es enóloga. Su trabajo consiste en tomar muestras y analizar el proceso químico de fermentación y producción de los vinos. Aunque su profesión fuera en otro tiempo de hombres, por ser una carrera científica, Fernández aclara que hoy “conocido por todos que las personas de mi generación universitaria es la mayor en cuanto a mujeres se refiere. En mi clase éramos chicas la mayoría y no hemos cesado en nuestro empeño de seguir luchando por un puesto de trabajo”.
La experiencia profesional de esta joven ha sido positiva con el resto de compañeros, aunque reconoce que “el problema viene cuando nos enfrentamos a otras generaciones que aún no reconocen a la mujer como mando. Es muy normal que en tareas de campo no acepten comentarios o directrices de una mujer por muy cualificada que este, siempre hay reticencias y yo las he sufrido”.
Coincide con Romero y Moscoso en que “las mujeres siempre tienen que demostrar que son más profesionales que un hombre, son pocas las que llegan a altos cargos en empresas”.
La principal causa de esa imposibilidad de llegar a cargos directivos está, según Fernández, en “la conciliación de la vida laboral y profesional, que en España es mala. Es muy normal en entrevistas de trabajo las preguntas sobre el proyecto de familia o embarazo, que en el caso de un hombre no es relevante; pero una mujer es instigada para abandonar esa idea o simplemente apartarte de tu carrera profesional”, critica Fernández.
Su trabajo dentro del mundo del vino es de los más feminizados: “es muy poco frecuente ver a mujeres en labores de trasiegos o haciendo podas en el campo. Pero es algo más normal ver a mujeres en laboratorios”.
La de estas mujeres se convierte casi en una lucha contra los elementos por demostrar que son válidas como profesionales con independencia de ser juzgadas por su sexo.
Pero incluso si consiguen llegar al trabajo que se proponen, se encuentran con muro. Más concretamente, un techo, el de cristal, que les impide ascender en la escala de mando de las empresas y de sus profesiones a pesar de que muchas de ellas tengan experiencia y formación suficiente para desempeñar cargos directivos.
Las mujeres están tácitamente vetadas en los consejos directivos de la inmensa mayoría de las empresas españolas, ya sean multinacionales, grandes empresas y medianas. Un fenómeno que se repite igual en el resto de Europa. No es un mal endémico español.
Cuando se trata de las instituciones políticas, parlamentos autonómicos, español y europeo, la presencia de mujeres es mínima. Según datos de la Comisión Europea, entre 2013 y 2014, el porcentaje de hombres en el Gobierno Central era del 70 %, y el de mujeres ministras era del 30 %. Unas cifras que dejan muy mal parada a la paridad y a las listas cremallera.
En los gobiernos autónomicos el número de parlamentarios hombres supera el 80 %. Las mujeres solo ocupan el 17 % de los cargos de representación. Las embajadas y cuerpos diplomáticos son los menos paritarios: la representación femenina en estas instituciones es inferior al 10 %. Una situación que es casi un calco de lo que ocurre en el Poder Judicial, donde son mujeres  es ligeramente superior al  11 % de los magistrados.

Alba Fernández. Enóloga

“No nos reconocen como un mando”

La experiencia de Alba Fernández ha sido positiva con sus compañeros de profesión. Pero “el problema viene cuando nos enfrentamos a otras generaciones que aún no reconocen a la mujer como mando, y no aceptan directrices de una mujer”.

 

Amelia Romero. Jugadora de fútbol sala

“Somos pocas en el fútbol sala”

La deportista gaditana asegura que, “en este deporte aún no estamos muy involucradas. Somos muy pocas en el fútbol sala pero no como jugadoras, sino como cuerpo técnico”. Apela a la formación porque “cada equipo elige entrenadores en función de su preparación”.

 

Sandra Moscoso. Torera

“El mundo del toro es muy machista”

Tiene el mérito de ser la primera y única mujer en haber tomado la alternativa en la provincia. La jerezana Sandra Moscoso compagina su pasión con los entrenamientos y un negocio de venta de productos ibéricos. Es instructora en la Escuela de Tauromaquia.

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