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Fran Perea: "El poder del dinero y de las grandes marcas pueden con la cultura"

El actor malagueño Fran Perea estará la próxima semana en su tierra natal, pero el escenario del Teatro Cervantes trasladará al público presente a miles de kilómetros, a la capital mundial del juego por excelencia, Las Vegas, con su obra 'La estupidez'

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El poder del dinero y la codicia imperante en la sociedad actual subyacen en el trasfondo de 'La estupidez', una obra inspirada en el cuadro del Bosco sobre los siete pecados capitales, que Fran Perea (1978) define como un “reto enorme” en su trayectoria profesional. La joven compañía Feelgood Teatro, bajo las órdenes de Fernando Soto, trae a la capital malagueña este inteligente y sátiro montaje sobre el ser humano con todas su aristas, los próximos 10 y 11 de marzo. El reparto de esta pieza de la heptalogía del autor argentino Rafael Spregelburd está protagonizada, además, por Toni Acosta, Javier Márquez, Javi Coll y Ainhoa Santamaría.  

Regresa a casa y con una nueva obra de teatro bajo el brazo. ¿Nervios?
–Sí. La verdad es que siempre quieres que todo salga bien y la responsabilidad y el compromiso con mi trabajo es muy grande, pero en Málaga, que te encuentras con la familia y los amigos, quieres que todo salga requetebién. Voy con muchas ganas a Málaga.

La obra cuenta en Málaga, además, con el apoyo de dos empresas. Para una joven compañía como Feelgood ¿el respaldo de la iniciativa privada es muy importante?
–Efectivamente, la inversión privada es muy necesaria para la cultura. Es fundamental que las empresas echen un cable y se animen a participar en los proyectos culturales. Es dificilísimo convencer a las marcas a que se animen a formar parte de proyectos culturales, especialmente porque no existe una ley de mecenazgo ni incentivos fiscales por invertir en iniciativas culturales. 

¿Qué cuenta 'La estupidez'?
–Es un reto enorme que nos propusimos llevar a cabo. Es una obra muy especial con historias que se entrecruzan. Hay veintidós escenas con veinticuatro personajes, que son interpretados por  sólo cinco actores. Es un texto muy complejo; creo que es lo más complejo que hecho en teatro. Es una historia que versa un poco sobre la codicia del ser humano y plantea una serie de preguntas sobre el poder del dinero en la sociedad moderna. El autor, el dramaturgo argentino Rafael Spregelburd, sitúa la escena en Las Vegas como el epicentro de la codicia humana.

¿Cree que este montaje teatral llega en un momento adecuado con lo que está sucediendo actualmente en España?
–Esta función tiene una cosa muy buena que es apelar a la universalidad de la codicia. Creo que en la sociedad moderna se ve que esta codicia lleva a comportamientos y consecuencias terribles. Estamos hartos de ver cómo las personas pierden los valores, todo, por dinero. Esta obra está muy bien traída. El texto tiene ya unos cuantos años pero está muy bien. De hecho, una de las pretensiones con esta compañía teatral ha sido coger textos que tengan que ver con las realidades que vivimos.

Tal y como están las cosas, se puede dar el caso que la realidad supere a la ficción, ¿no?
–Sí. Ya nos pasó con 'Feelgood', donde la realidad superó la ficción, y también nos está pasando con 'La estupidez'. Considero que el teatro debe tener este doble objetivo: entretener, por un lado, y, por otro, señalar o plantear ciertas preguntas con lo que pasa a nuestro alrededor y que nos lleve a una reflexión.

Y usted como ciudadano de a pie, ¿qué reflexión se lleva de los casos de corrupción que se están destapando en nuestro país?
–La conclusión que saco es qué mundo terrible hemos creado; es un mundo tramposo y satisface los intereses de los que más tienen. Es, además, la reflexión que extraigo trabajando este texto durante los ensayos. Echando un vistazo me pregunto: ¿es éste el mundo que queremos? Ese mundo desequilibrado, desigual y en el que unos tienen tanto y otros tan poco. ¿Es eso lo que de verdad hemos creado después de tantos siglos de historia?

Y dentro de este desaguisado de codicia, ¿en qué lugar queda la cultura actual?
–Pienso que hay una demanda enorme de cultura por parte de la gente; tiene inquietudes y necesidad de más sustancia. La gente quiere algo más que comprarse una prenda de ropa en una tienda de moda. Sin embargo se le está dando lo contrario. El poder del dinero y de las grandes marcas pueden con la cultura. Además, desde los estamentos gubernamentales no ha habido un apoyo ni una dirección clara. No ha sido un país que haya apoyado la cultura en los últimos años y es una pena porque hace un daño terrible. Todo esta situación hace que haya gente que se preocupe por el dinero y no por el alma, el intelecto o los valores.

La obra presenta muchas dificultades. Veinticuatro personajes interpretados por sólo cinco actores. ¿Será una auténtica locura?
–Para todo el equipo ha sido una experiencia maravillosa y a la vez complicada, no voy a engañar. Este montaje se levanta con el trabajo conjunto de cinco actores que nos hemos quitado los egos de encima y las individualidades y los hemos puesto al servicio del espectáculo y de los demás compañeros; sin ellos, habría sido imposible. Es un trabajo muy divertido y complicado que al final nos hace salir más completos.

¿En qué momento profesional se encuentra Fran Perea?
–Estoy en un momento muy agradable. Con los años de profesión se consigue seguir trabajo en proyectos cada vez más interesantes y, por otro lado, he podido participar en otros personales, en los que me involucro de una manera especial, desde la base, como es el caso de mi compañía de teatro, Feelgood, que con La estupidez hemos puesto en marcha ya el segundo espectáculo.

Se dio a conocer en el mundo de la televisión y, concretamente, en la serie Los Serrano. ¿Le importa que le recuerden constantemente estos inicios televisivos?
–La verdad es que no tengo ningún prejuicio en ese sentido. La televisión en nuestro país está haciendo proyectos muy interesantísimos en ficción y me siento muy orgulloso de haber formado parte de la historia de la televisión en esos años.

¿Usted tiene algún pecado capital confesable?
–He pasado por todos (risas). Creo que todos hemos pasado por todos, otra cosa es decirlo. Creo que todos hemos pecado en algún u otro momento en cada uno de los pecados capitales. 

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