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El Puerto Cofrade

Recuerdos del 450 aniversario de La Soledad

Texto extraído del Pregón de la Semana Santa 2016, de Álvaro Carmona

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  • SOLEDAD 450 AÑOS -

Del Pregón de la Semana Santa de El Puerto de Santa María 2016

Le han dicho a la Soledad
que vista de aniversario
porque en su hermandad se cumplen
cuatrocientos cincuenta años.
En el convento, la vida,
con ella se ha restaurado.
La clausura la contempla
para mitigar su llanto
mientras llena sus pupilas
de sinsabores amargos.
No queda nada de ella,
su mundo se ha terminado.

Esta tendido a sus pies
como un jarrón en pedazos.
Santa Beatriz de Silva
cede su sitio y el hábito
y en el azul y en el negro
rebordea lo sagrado.
Yacente queda la carne
de Jesucristo en el paso,
atardece en sus orillas
como rigor funerario
y en verde se colorea
el abismo de sus brazos.


Ni tan siquiera el color
se queda perpetuado,
al mirarlo se adivinan
las espinas de los cardos
que adornarán las trincheras
de su pecho traspasado.

Está muerto sin la muerte
de la cruz y su sudario.
Le han dicho a la Soledad
que vista de aniversario
porque en su hermandad se cumplen
cuatrocientos cincuenta años.

La Prioral le concede
el altar para alcanzarlo.
Son cuatrocientos cincuenta
la cuenta que dan los años
de existencia con el Puerto,
que es puñal de su legado.

En sus manos, toma fuerza,
la fe que dan sus hermanos.
Recuerda como la vio
un hombre, Francisco Franco,
y desde entonces por él,
es capitana y en mando,
navega en la devoción
del portuense mandato.

Duele sentir que le clavan
el aire de los quebrantos.
Es una rosa escogida
delicada y sin soslayo.
Solo tiene Soledad
en su triste calendario.

En él se agotan los días
y son cuentas del rosario
que rememoran la historia
del hijo que le mataron.

Le han dicho a la Soledad
que vista de aniversario
porque en su hermandad se cumplen
cuatrocientos cincuenta años.
Gaspar Becerra talló
su rostro con el encargo
de hacer rezar al que viene
con el corazón quebrado.

Cinco lágrimas le tienden
un universo de ánimo
con el que la vida sigue
descendiendo por su manto.
Y fue Fernández del Pozo
quien a nosotros la trajo
y tuvo a la Soledad
tan cerca, que con sus manos,
sus yemas se derritieron
en un aluvión de nardos.
Solo queda Soledad
la noche del Viernes Santo.

La hondura de la pasión
es un cuchillo clavado
en todo aquel que contempla
tan poderoso escenario.
Va San Francisco de Paula
perpetuamente a su lado
y aunque solo se ve uno,
siempre van dos bajo el palio.

Consolando su aflicción
el pañuelo va secando
los ríos de arena y sol
de sus ojos y sus labios.

La saeta en homenaje
por Ella reza cantando
y en el flamenco resume
la tristeza y el arraigo
que tienen los portuenses
al ver la muerte rondando
los perfiles de su cara
la noche del Viernes Santo.

Le han dicho a la Soledad
que vista de aniversario
porque en su hermandad se cumplen
cuatrocientos cincuenta años.

Hay festejos por las calles
aunque el dolor es muy claro,
la mirada por el suelo
reprende a todo lo malo
que se acerca hasta la urna
del que fue crucificado.

En la distancia, los dos,
van unidos por los lazos
que todos los penitentes
con sus cirios van trenzando.

Llamas en luces de guía
abren los itinerarios
de una vida que se escapa
por ese tiempo inexacto
que llamamos Soledad
para seguir terminando.

Todo en Ella se termina
para empezar a soñarlo.
Solo tengo Soledad
cuando aun habiendo acabado,
me quedan fuerzas de nuevo
para sentir su regazo.

Queda en Ella nuestras vidas.

La vida en Ella ha quedado.
Porque lo malo, si duele,
aunque haya muerte de paso,
si le pides que se cure
en Ella vuelve sanado.

En ella queda la fe,
la Esperanza del cristiano.
Y el Puerto entero con ella
lo festivo va anunciando:
¡Le han dicho a la Soledad
que vista de aniversario
porque en su hermandad se cumplen
cuatrocientos cincuenta años!

 

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