Esta vez el título nos invita, como recomendara una amiga, a escribir en primera persona; a regañadientes eso sí, porque siempre hemos pensado que la utilización del ´nosotros´, no como plural mayestático aspirante de las altas esferas, sino como plural de modestia o autoría, mantenga la esperanza de poder, a través de estas líneas, aunar inclusivos criterios.
Pero sí, quisiera ser astronauta. Parece ser la alternativa más racional de poder elevarse por encima de las esferas habituales en las que ésta, terca especie que llamamos humana, se mueve. Una forma de transcender la estratosfera, un punto de vista diferenciado y quizá más preciso de nuestra insignificancia. Una forma de vislumbrar en la distancia, la pequeñez y parcialidad del tratamiento que damos a tanta incongruencia ideológica, política, social y existencial que las diferentes regiones del globo, culturas, lenguas o religiones imprimen a lo cotidiano.
Quisiera ser astronauta para, con el catalejo, reír desde las alturas las risas de los niños, acompasar aquella otra risa sabia de quien ya anduvo el camino y aun así mira condescendiente el inevitable colapso hormonal. La risa del pobre, del desvalido, de aquellos quienes, desde la ternura y la escasez, atienden a quienes no tienen....
Quisiera ser astronauta para, desde la tecnología más avanzada, poder crear un diseño universal de ilusiones desatendidas, proyectos ignorados, esperanzas a medio camino y voluntades doblegadas.
Si desde arriba y en mi condición de ´hombre volador´ tuviera la oportunidad, recorrería elíptica e incansablemente los diferentes paisajes, latitudes, climas y desiertos, mandando en servilletitas de papel y con forma de barquito, lapicitos de colores que sirvieran para pintar de nuevo el cielo, evitando grises plúmbeos y oscuros de contaminación.
Vería al llamado ´hombre inteligente´ en un girar interminable, repetitivo y cansado, amasando discursos de compleja competitividad, falta de imaginación e imprudente manera de crear conflictos. En definitiva, debatirse entre la precariedad de su existencia y la hedonista pulcritud de su intención vital.
La exosfera o potencial límite de todo aquello que nos rodea, marca la definitoria línea de separación que nos lleva a ´otros mundos´. Se habla del caos como principio de todas las cosas, y sin embargo hablamos de armonía para acercarnos al concepto de lo bello y equilibrado. Se habla de la accidentalidad frente a esencia y todavía no está claro si la creación es un acto intuitivo o la conjunción - consciente o inconsciente - de las leyes físicas y matemáticas conocidas y por conocer.
Desde arriba, en altitudes insospechadas para quienes sólo somos aspirantes, el afanoso tejer de hormiga debe parecer irrisorio. Mirar para otro lado supone asegurarse el vacío. Y sin embargo hay algo que atrae, sobre todo a quienes, alguna vez, han soñado con ser astronautas.
Propio de la desbordante imaginación infantil, la ilusionante percepción adolescente y en ínfimos casos realidad cumplida en edad adulta, aspirar a ocupar el traje espacial, parece propio de quien se le ha ido la pinza.
¿Locura?, o será que implícita o explícitamente necesitamos creer en la otra realidad.
Se me antoja pensar en aquél artista que iba construyendo su colección pictórica en una suerte de accidental y casual estructura compositiva, en la que los objetos reales, por reconocibles, bailaban dentro del plano la caprichosa danza de lo fortuito.
Será que, como el artista, necesitamos vislumbrar nuevos espacios o dimensiones donde representar una realidad más acorde con la naturaleza imprevisible de las cosas. O será que el habitual y anodino ras de suelo en el que solemos movernos, no deja despegar valores y vectores capaces de enriquecer el espectro vital en el que nos encontramos. Una de dos.
Por eso, algo de común podría existir entre quienes se empeñan en explorar universos interestelares y quienes, con el mismo ahínco, se aventuran en espacios de imaginación. Sin vértigo y con la conciencia de que lo inexplorado abre sendas de esperanza, la distancia y altitud de miras suele propiciar ángulos más universales.
- Lo que le faltaba la niño, querer ser astronauta´.
Las alturas suelen dar miedo. El vacío también. Nos gusta caminar en la seguridad de que esto no se mueve, y sin embargo...no paramos de dar vueltas.
Tanque, casco y hasta el mando de control ya están preparados. ¿Habrá nave que quiera recoger al soñador?
Arcos
´Mamá, quiero ser astronauta´
"Vería al llamado ´hombre inteligente´ en un girar interminable, repetitivo y cansado, amasando discursos de compleja competitividad, falta de imaginación..."
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