La primera de las explosiones, en la que murieron cuatro personas, tenía como objetivo una patrulla de policía.
La carga estaba colocada en el carrito de un vendedor ambulante en el campamento Sarah, en el sur de la ciudad, que en el pasado fue feudo de islamistas y militantes de Al Qaeda.
La segunda explosión también tenía como objetivo una patrulla policial, pero mató a cinco civiles. Estas dos explosiones ocurrieron varias horas después de los mortíferos ataques ocurridos en Telafar, una localidad en la que conviven árabes, turcomanos y kurdos.
Allí un desconocido accionó un cinturón de explosivos que llevaba escondido con la intención de matar a un jefe policial de la zona.
Poco después de esta explosión, cuando la gente se arremolinaba en el lugar para ver qué había ocurrido, un nuevo suicida, armado con otro cinturón explosivos, lo accionó allí mismo.
Las dos explosiones, con pocos minutos de diferencia, causaron 35 muertos y unos 70 heridos, según el balance provisional de las autoridades.
La del jueves fue la jornada más violenta y sangrienta desde la retirada de las tropas estadounidenses de los centros urbanos del país, a finales del mes de junio pasado, con la muerte de unas 60 personas entre todos los ataques.