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El ejemplo de Rajoy

La imagen de Rajoy entrando en el registro es todo un símbolo: un grito en el aire diciendo que él no se queda a vivir del pasado, sino todo lo contrario

Publicado: 20/06/2018 ·
22:26
· Actualizado: 20/06/2018 · 22:26
Autor

Miguel Andréu

Miguel Andréu es comunicador y escritor. Actualmente, director de Andréu Comunicación

El Jueves

Este blog aborda temas generales de actualidad, preferentemente de interés local en Sevilla

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La imagen de Mariano Rajoy entrando ayer en el registro de Santa Pola es todo un símbolo: un grito en el aire diciéndole a toda España que él no se queda a vivir del pasado, sino todo lo contrario. Que viene a vivir de su trabajo, una vez que ha concluido una etapa de su vida -larga o corta, fructífera o no- al servicio de su país. Un “hasta aquí he llegado” con todas sus consecuencias.

Dijo que abandonaría la política y así ha sido. Pero la ha abandonado en el amplio sentido del término.  Ni pasa a formar parte del Consejo de Estado, con el astronómico salario de cien mil euros al año, ni disfruta del ochenta por ciento del salario de presidente del Gobierno durante los próximos dos años.

Cierto es que ya hay columnistas, opinadores y contertulios de radio (y en las redes sociales debe haber también algo de esto) que han expresado, no sin cierta dosis de malicia y envidia encubierta, que va a ganar más dinero como registrador de la propiedad. Personalmente a mí es algo que poco me preocupa, dado que su empleo fue ganado a través de una oposición. Si a él no le corresponde ese salario está claro que sería para otra persona, como ha venido siendo desde hace años.

Junto a esto, en el ámbito del partido al que pertenece se ha desatado una desmedida euforia por optar a la presidencia. Hasta siete candidatos han presentado sus avales, como ustedes ya saben. Parece como si hubieran abierto la puerta de una guardería para que los niños salgan corriendo al patio y se disputen la única pelota que hay para jugar. Tantos años de utilizar el “dedo señalador” lleva a que se produzcan estas situaciones. Digamos que es otro de los símbolos de Rajoy: dejar a los suyos que decidan una vez que su tiempo se ha acabado.

En todo esto parece que Rajoy se muestra ajeno. Se ha desatado el ruido de sables, que lo que ya ha conseguido es que el PP carezca de un liderazgo firme y seguro. A Rajoy le toca ahora contemplar los toros desde la barrera, desde la rutina que parece augurar una jornada laboral de ocho horas entre notas simples, consultas sobre herencias y reservas de dominio. Burocracia y papeleo en estado puro para un ex presidente del Gobierno que se aleja de las luchas internas de su partido y de, por tanto, la primera línea de fuego.

Queda ahí el símbolo de Rajoy, el gesto y el consiguiente ejemplo. Cabe pensar que éste pueda ser un primer paso para que algún Gobierno de España, sea cual sea su color, y en algún momento de nuestra historia acabe con las prebendas no sólo de quienes fueron presidentes, sino también de ministros, senadores y diputados.

Algo ahorraríamos para nuestras pensiones.

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