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Cádiz

Manolo, un hombre de familia

No es justo que quien lucha tanto por ganar la batalla al puñetero cáncer no haya ganado

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  • Familia Santander.

Para la gente Manolo Santander era chirigotero, el autor del maravilloso pasodoble de 'La familia Pepperoni' que se proclamó por derecho propio el himno oficioso del Cádiz CF, pero para mí Manolo era alguien mucho más familiar, era el marido de Meli, el padre de Manolito y Palmi, el tío de Elenita y el cuñado de Elena y Chari.

Es cierto eso que se dice: "siempre se van los buenos" y Manolo lo era, buen marido, padre, tío, cuñado, yerno, un buen hombre... ¡ah! y un buen chirigotero

Para mí, era el padre que se reía cuando sus hijos soltaban con desparpajo de pequeños que ellos no se iban a cenar fuera ni al ambigú del Teatro, que se quedaban conmigo viendo las malas que eran las mejores para ver. Para mí, era el hombre enamorado de su compañera de vida, de la que nunca he visto separado, una de esas parejas bonitas y que da envidia ver cómo juntos eran capaces de afrontar cualquier contratiempo. Para mí, Manolo era un hombre de familia, por quienes vivía y de quienes se sentía tan orgulloso y lo sigue estando donde esté.

Para mí, Manolo era un luchador, no solo por su actitud ante la enfermedad durante este año (que ahí ya dio el campanazo en coraje y ganas), sino cuando la fábrica de Delphi donde trabajaba cerró sus puertas y tras todo el conflicto se convirtió en un magnífico amo de casa y, por supuesto, cuando decidió cambiar su forma de ver el carnaval para no cambiar su manera de hacer carnaval. Y, oye, a tenor de los resultados de los últimos años, parece que tenía razón.

Para mí, Manolo era un hombre serio, tímido y un poco seco a veces pero que pese a esa imagen que podía dar sabía que me tenía aprecio, como yo a él. Por eso hoy la rabia y la pena me pueden. La rabia porque no es justo que quien lucha tanto por ganar la batalla al puñetero cáncer no haya ganado. La pena porque quiero a su gente y, aún sabiendo que él tiene un merecido descanso, me cuesta asumir que Meli ha perdido a su compañero, que Palmi y Manolo no van a poder volver a vivir esos nervios que solo ellos vivían el día del estreno de la chirigota de su padre, porque es cierto eso que se dice: "siempre se van los buenos" y Manolo lo era, buen marido, padre, tío, cuñado, yerno, un buen hombre... ¡ah! y un buen chirigotero.

¡Hasta siempre, Manolo!

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