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De los maitines al rebato

En la llamada a rebato, el PSOE andaluz ha demostrado su total predisposición. Le va la vida en ello. Y la vida la da estar al frente de la Junta

  • Ejecutiva provincial del PSOE de Cádiz.

Lo llamamos “la maquinaria del PSOE”. Nadie la ha visto, pero se intuye, como un ente abstracto. A veces gripa, pero está tan estrechamente vinculada a la sólida estructura del partido que precisa de pocos esfuerzos -el aliento de un líder o el temor a la derecha- para carburar de nuevo y dotarle de vida en los momentos decisivos: éste, precisamente, no deja de serlo. En Andalucía ha dado resultados extraordinarios durante cuatro décadas, y Pedro Sánchez ya ha encontrado un apoyo fundamental en ella para sostener su Gobierno y marcar la agenda y los debates políticos y públicos, convertidos en maniobras de distracción para la oposición, siempre un paso por detrás.  

Lo llamamos “maquinaria”, pero es ante todo habilidad, y en eso, hasta ahora, Sánchez va más sobrado como secretario general que como presidente del Gobierno. Lo que lleva haciendo durante esta semana el PP, llamar a maitines a la militancia ante la situación de “emergencia nacional”, es lo que ha hecho el PSOE durante las semanas de negociación para la investidura, y, tras ésta, la llamada a rebato, que ha perseguido un propósito principal: situar al PP frente al espejo de su contradicción. Que los populares alertan del supuesto apoyo de los socialistas a Puigdemont en la Eurocámara, el PSOE les recuerda que han votado con los ultraconservadores y euroescépticos en contra de censurar la deriva autoritaria  que se vive en Polonia y Hungría. Que el PP enfatiza sus posturas inamovibles frente al nuevo Gobierno, el PSOE despide con un beso a Borja Semper por dar ejemplo y retirarse de la política ante la confrontación en la que se ha instalado su partido. Que necesitamos temas de controversia para mantener entretenido al personal, mandamos a Celaá, como si fuera la bruja mala del cuento y se hubiera quedado sin mejores argumentos, y diga que “los hijos no pertenecen a los padres de ninguna manera”. Una polémica a la que da lustre a su vez el término específico de la que deriva: el “pin parental”, que suena como al microchip que se le inserta a los perros.

En la llamada a rebato, el PSOE andaluz ha demostrado su total predisposición. Le va la vida en ello. Y la vida la da estar al frente de la Junta, donde ahora se encuentra un PP enfrentado a una mayoría de ayuntamientos y diputaciones controlados por el PSOE, cuyas maquinarias ya se han puesto en marcha para minar las opciones de otro futuro gobierno de coalición a la derecha, que, según la encuesta publicada esta semana, sitúa a Vox como principal aliado de los populares, para los que ha sido como escuchar el chiste de la noticia buena y la noticia mala.

Desde la provincia de Cádiz han sido una detrás de otra. Irene García, ya sea como secretaria general de los socialistas o como presidenta de la Diputación, en ambos casos, habla de “movilización” contra las políticas del PP en la Junta. Primero, por la retirada de fondos para colectivos feministas; segundo, por la indefinición ante la continuidad de la red de atención a las personas con drogodependencias; y tercero por la falta de lealtad institucional a la hora de afrontar el futuro del aeropuerto. Y hay un cuarto, la atención sanitaria, centrada en Jerez, por la falta de personal para atender los picos de incidencia de la gripe y por el retraso en la instalación del segundo acelerador lineal en el edificio de Radioterapia.

Al PP es como si le hubiera atropellado un tren. No sólo tiene un problema de comunicación -las réplicas a las acusaciones son irrelevantes o contraproducentes-, sino de anticipación: le siguen marcando la agenda y los debates -hasta le han birlado el de la trascendencia de la sentencia de los ERE-. Es como si jugaran en inferioridad, y en realidad lo es, pero tampoco les va a valer como excusa.

La cuestión de fondo en cualquier caso, una vez asimiladas las estrategias, opciones y aspiraciones políticas de cada partido, es saber dónde queda el ciudadano. Es la gran pregunta a la que maitines y rebatos siguen sin dar respuesta. Tal vez porque no forman parte de la ecuación.

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