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El sueño de Greta y nuestra pesadilla

Ojalá no haya que reivindicar a nuevos héroes y heroínas en el futuro, expuestos en primera línea de batalla, por falta de previsión o desconocimiento

  • Avenidas sin circulación -

Un estudio de la la Universitat Politécnica de Valencia publicado hace unos días constataba que los cielos españoles estaban, de media, un 64% más limpios desde el inicio del estado de alarma, con valores por encima del 73% en ciudades severamente castigadas por la polución, caso de Madrid y Barcelona. El parón en la actividad industrial, en el transporte y en el consumo energético no sólo ha servido para ayudar a hacer frente a la pandemia, sino que también ha terminado por beneficiar al medio ambiente: una gran noticia si somos de los que dejamos que otros paguen la cuenta tras los postres.

Cuando el pasado diciembre Madrid acogió la cumbre mundial del clima, tuvimos la oportunidad de entrevistar a Miguel Arias Cañete, recién consumado su relevo como comisario europeo de Energía y Acción por el Cambio Climático. Le preguntamos por Greta Thunberg y por el movimiento juvenil en defensa del medio ambiente, y su respuesta no solo fue sincera, sino premonitoria: “Yo respeto mucho a los jóvenes cuando se manifiestan, y cuando lo hacen por una causa noble, pero también tengo que decir que la UE es líder en políticas de cambio climático. Lo que pasa es que los jóvenes piden que pasemos a frenar el calentamiento global de los tres grados que estamos ahora al grado y medio, de hoy para mañana, y eso es imposible. Porque supondría cerrar todas las industrias del planeta, parar todos los vehículos. No habría emisiones, pero no habría trabajo, no habría ingresos, no habría bienestar”.

El escenario descrito por el excomisario es en el que nos encontramos en estos momentos, y constata sus propias palabras. Es todo un baño de realidad para la joven sueca y su multitud de seguidores, pero tampoco hay que entenderlo como un correctivo: su defensa del medio ambiente es, aún en estos momentos, un ejemplo necesario, puesto que ha fijado en nuestras mentes una advertencia que ha revalorizado su papel como consecuencia de la crisis sanitaria en la que nos encontramos inmersos. El gesto casi institucionalizado, entre ausente y airado, de Thunberg supone ahora mismo un doble desafío, hacia nosotros mismos y hacia quienes nos gobiernan, si no queremos volver a asomarnos al precipicio dentro de dos o tres décadas en medio de un mundo irrespirable.

Y el ejemplo vivo y palpable de que puede ser así lo tenemos ahora mismo ante nuestras propias narices. Desde finales de diciembre sabíamos de la existencia de un virus desconocido en China y, desde enero, de su expansión en forma de epidemia por entre la población de toda una provincia. Después supimos de los primeros casos mortales, y hubo expertos que hasta nos advirtieron de que dudáramos de la transparencia del gobierno chino. Así hasta que el virus dio el salto a nuestro continente y seguimos haciendo, no solo nuestras vidas, sino una despreocupada prevención ante la previsible aparición de los primeros casos en nuestro país. Solo entonces, cuando le pusimos rostro y nombre a la amenaza, entramos en pánico.

Con el cambio climático puede ocurrir lo mismo si no aprendemos la presente lección, o si no se cumplen los compromisos recogidos en las agendas gubernamentales, caso de la propia UE. No existe el temor porque lo consideramos algo ajeno y lejano; lo damos por cierto, pero no nos quita el sueño; sigue ahí, como una amenaza invisible, o como fuente de imaginación para el argumento de una superproducción, pero más allá de la pena ocasional por las crecidas en Venecia o el cementerio de peces en la Manga del Mar Menor, es como si nos hablaran de Wuhan hace tres meses.

Ya sabemos que lo que pide Greta, de un día para otro, es imposible, como respirar por los ojos, que decía Pedro Reyes. Por eso mismo, quiero confiar en la buena voluntad, en la experiencia y en el compromiso de quienes elaboran los planes que dicen darán respuesta a sus reivindicaciones y harán posible la vida en este mundo para generaciones futuras. Todo con tal de no tener que reivindicar a nuevos héroes y heroínas, expuestos en primera línea de batalla, por falta de previsión o desconocimiento. 

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