Pierre Luigi Palazzo mide la distancia exacta (dos metros) que separa las mesas que coloca a marchas forzadas bajo el sol del mediodía de Nueva York frente a la puerta de su restaurante italiano, el Gnocco, que como el resto de los locales de restauración de la ciudad pueden instalar a partir de hoy terrazas en la aceras y en parte de la calzada coincidiendo con la entrada de la fase dos de la desescalada.
"Claro que nos va a ayudar, tenemos al menos 20 sillas aquí y otros 20 asientos en el patio, porque también tenemos patio", dice Palazzo sobre esta medida, favorecida por las autoridades locales para dar un respiro a los bares y restaurantes, que todavía no pueden ofrecer comida en su interior y que durante los meses de la pandemia, solo ofrecían servicio a domicilio y platos para llevar.
Esta es la primera vez en los 20 años de vida del Gnocco que sus dueños instalan una terraza, una práctica que aunque siempre ha existido en la ciudad de Nueva York, nunca ha estado muy extendida.
Pero Palazzo, que subraya que es algo temporal, cree que tendrá éxito, ya que según comenta en los restaurantes del barrio con mesas en la calle "siempre se ve actividad".
Eric Ramírez, que lleva trabajando cinco años en el restaurante mexicano Tacos Morelos, situado también en el barrio East Village de Manhattan, una zona que se caracteriza por el gran número de bares y restaurantes, sostiene que "la gente está más acostumbrada a estar dentro, con el aire y platicar y relajarse".
Sin embargo, piensa que "poco a poco la gente se está acostumbrando a las terrazas. Ahora hay muchos restaurantes que están haciendo lo mismo para pagar los biles (facturas, en spanglish), los biles están llegando siempre".
La taquería solo ha colocado dos mesas en la acera, una cantidad proporcional al espacio del local, según cuenta Ramírez, que confiesa que "la situación está un poco difícil para todos, para los trabajadores y todos, pero ya estamos gracias a Dios y respetando las reglas de la ciudad, para salir adelante".
UNA MEDIDA PARA SALVAR LA RESTAURACIÓN
Lejos de la plena normalización y tras dos semanas en la fase uno de la reapertura, Nueva York entra hoy en un nuevo periodo en el que podrán retornar a las oficinas de la Gran Manzana el 50 % de los trabajadores de cada edificio.
El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, aseguró que con la apertura de las terrazas se salvarán 5.000 restaurantes en toda la ciudad y 45.000 trabajados del sector de la restauración.
En el comedor Veselka, que al contrario que los otros dos locales suele abrir su terraza todos los años, varias mesas están ya ocupadas.
En una de ellas, dos hombres y una mujer que prefieren no identificarse cuentan que han salido a tomar algo a una terraza porque uno de ellos no es de la ciudad y ha venido a Nueva York a visitarlos.
"Probablemente no habríamos salido hoy si alguien no nos hubiera venido a visitar, es un poco pronto pero sí, hoy es nuestro primer día fuera, es bastante extraño estar de vuelta", comenta ella.
Jason Birchard, dueño del Veselka, un negocio familiar que ha sido administrado por tres generaciones de la misma familia, expresa a Efe, junto a las mesas ubicadas en la acera, su esperanza de que la terraza sirva como un acicate hasta que puedan reabrir la sala interior, donde se amontonan las sillas y las mesas que no pueden todavía acoger comensales.
"Hemos estado abiertos desde el 1 de mayo con comida para llevar y entrega a domicilio y tenemos una gran esperanza de que con la comida en la calle podamos aumentar el negocio. Ha sido una lucha mantenernos, hemos hecho lo que hemos podido, y esperamos que abriendo la terraza podremos llegar a la nueva fase y que el próximo mes podamos ofrecer comidas en el interior", cuenta Birchard a Efe.
LA REAPERTURA DE ESPACIOS PÚBLICOS
Junto a las terrazas, las autoridades están permitiendo también el regreso de las sillas y las mesas de libre acceso que las asociaciones vecinales de la ciudad suelen colocar en plazas y zonas públicas de la ciudad para sentarse a descansar, charlar o llevarse comida y disfrutar de un lugar al aire libre.
"Normalmente hay decenas de mesas y sillas pero debido al coronavirus estamos delimitando cuadrados para respetar la distancia social y reabrir la plaza esta semana", cuenta William Kelly, en la plaza Astor, mientras señala los cuadrados que están dibujando con esparadrapo unos operarios, antes de que se coloque el mobiliario público, que Kelly espera que pueda estar listo para el fin de semana.
Además de las terrazas y el regreso de sillas y mesas a espacios públicos, desde este lunes reabren también las zonas de juego para niños y los clientes pueden entrar en las tiendas y grandes almacenes como el Macy's, que hasta ahora o permanecían cerradas o solo permitían acercarse a la puerta para recoger los productos comprados por internet.
LAS COLAS DEL HAMBRE CONTINÚAN
Pero no muy lejos de allí, un proyecto de reparto de comidas a los más necesitados, entre ellos muchos trabajadores golpeados por la crisis, recuerda que la situación está muy lejos de recuperarse.
Alex Lawrence, el director ejecutivo de una iniciativa de entrega de alimentos y servicios a gente sin hogar de la congregación religiosa Trinity, explica a Efe que con el estallido de la COVID-19 experimentaron una aumento de la demanda de servicios de entre el 30 % y el 40 %, aunque celebra que en estos momentos la demanda se ha estabilizado.
"Creo que es una buena señal, la gente está volviendo a trabajar, la gente está dejando de estar ansiosa sobre cómo va a conseguir comida", dice Lawrence antes de mostrar su deseo de que pronto se vuelva a "niveles de normalidad".
Actualmente sirven entre 200 y 250 comidas al día, frente a las 150 personas que atendían antes de la pandemia, "200 en los días muy ocupados", comenta Lawrence, quien subraya "lo duro que es ver a gente por primera vez viniendo a pedir ayuda. Esa gente tenía trabajos, tenía apartamentos, esa gente no vivía en la calle. La pandemia realmente ha dañado a demasiada gente".
LAS PELUQUERÍAS, OTRO NEGOCIO QUE RETOMA SU ACTIVIDAD
Las peluquerías son otro de los negocios que han levantado las persianas metálicas en Nueva York y que pueden atender a los clientes, pero por turnos y con cita previa. Se han podido ver incluso algunas colas en barrios como el Upper West.
"Han pasado como cuatro malditos meses ya y es la primera vez que vengo al peluquero", dice Alfredo a Efe en la puerta de la "Barbershop Astoria", una peluquería en el barrio de Queens, antes de mostrar su pelo que lleva tapado con una gorra negra.
"Está demasiado largo", dice antes de confesar que en todo este tiempo quiso "arriesgarse" a cortárselo a sí mismo o que alguien se lo cortase.
Alejandro Quintos lleva 17 años trabajando en esta peluquería para hombres y declara que se siente "raro" después de tres meses sin cortar el pelo, pero también "a gusto, con la gente de siempre".
El negocio no abre hasta las 10, cuenta Alejandro, que explica que desde la 9 de la mañana, cuando llegó al negocio para ponerlo todo a punto, ya había gente esperando, impaciente por cortarse el pelo.
"Son las 10 y tenemos la casa llena y gente afuera", dice sin poder esconder su buen ánimo a pesar de llevar mascarilla y mientras le pasa la maquina a un cliente, ataviado también con otra mascarilla que le tapa nariz y boca para evitar un eventual contagio de la COVID-19.
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