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Jaén Personajes Jahencianos

Miguel Lucas de Iranzo

Un cortesano precursor del Renacimiento en Jaén a finales del siglo XV

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  • Recreación de Miguel Lucas de Iranzo por Francisco Cerezo

La información sobre los principales aspectos de la vida de Miguel Lucas de Iranzo la podemos extraer de la lectura de su Crónica, Hechos del Condestable. Esta se revela como la obra más destacada para acercarnos no solo a la biografía de este personaje, sino también a algunos de los acontecimientos más significativos ocurridos en el reino de Jaén entre los años 1458-1471.

 

Natural de la provincia de Cuenca, su humilde procedencia podría ser la razón por la cual apenas si se conocen datos sobre sus orígenes familiares y de los primeros años de su vida.

 

Una vez que Miguel Lucas de Iranzo fue atraído hasta Madrid para recibir una formación adecuada, su meteórica ascensión se produjo en apenas cuatro años. El paso previo a ese proceso de adquisición de privilegios tuvo lugar en junio de 1455, cuando Enrique IV le concedió la nobleza de la que carecía por su linaje. Tres años después, el 25 de marzo de 1458, fue investido como Condestable de Castilla.

 

Sus enfrentamientos con otros nobles le llevaron a huir de la órbita del monarca, sabedor de la posibilidad, aun viviendo en la lejanía de la corte castellana, de seguir medrando socialmente en una tierra de frontera, tal y como lo era en este momento el reino de Jaén.

 

Su ennoblecimiento fue propiciado, también, a través de su matrimonio con Teresa de Torres,  hija de uno de los nobles más influyentes de Jaén, Pedro de Torres, poseedor de una de las fortunas más codiciadas del momento.

 

Las líneas de actuación de su gobierno, condicionadas por su obligación de consolidar la defensa de la frontera, y amparadas por su actitud de fidelidad a la causa cortesana, se hallaban orientadas hacia la consecución de su gloria personal, la obtención de un objetivo concreto, alcanzar el título de Maestre de una Orden Militar. Por eso, tanto su política matrimonial como sus medidas de gobierno estuvieron encaminadas en esta dirección.

 

En cualquier caso, embelesado por su paso por la corte, introdujo en el reino de Jaén una serie de modas y gustos que reproducían los de los ambientes cortesanos en los que se había educado, condicionando, de paso, la evolución del panorama histórico-artístico giennense.

 

Resulta reseñable el contraste entre su obligada “maurofobia”, determinada por los intereses de su propio Reino, frente a la filia que parecía albergar hacia una cultura, que, curiosamente, en el ocaso de sus días, aún despuntaba destellos de grandeza y esplendor en ámbitos vinculados con la vida cotidiana y los gustos artísticos. Una muestra de ello se aprecia en su palacio, un lugar de especial significación y representación política.

 

Fue ubicado en uno de los ejes principales de la ciudad en época bajomedieval, la calle Maestra, y construido a partir de dos amplias crujías dispuestas en sentido perpendicular, originando entre ambas un patio. Su emplazamiento se encuentra muy próximo a la Catedral, lo cual viene a remarcar la conexión que entre los poderes civil y religioso se establece en este período de tránsito entre el medievo y la modernidad.

 

Desde el punto de vista artístico es un claro ejemplo de la inspiración del mudéjar toledano en Andalucía: una casa urbana con apeadero y zaguán, patio, tarbeas y jardín posterior; yeserías y techumbres de alfarje.

 

La presencia del mudejarismo en el palacio del Condestable Miguel Lucas de Iranzo ha de entenderse como una muestra más de la perpetuación de un lenguaje formal y ornamental de raigambre islámica, relacionado con el mantenimiento de hábitos sociales y protocolarios íntimamente conectados con el mundo hispanomusulmán, que manifiestan la adaptación de unas formas tradicionalmente asociadas al poder, y cuya perpetuación traspasa las fronteras culturales y cronológicas.

 

La comparación de Miguel Lucas de Iranzo, en los Hechos del Condestable, con algunos de los grandes héroes del mundo antiguo, parece presagiar la imagen de un cortesano moderno. Lejos de considerar sus aspiraciones humanísticas como algo baladí, estas actitudes y compromisos estuvieron orientados a hacer olvidar sus orígenes familiares, y a suplir las carencias de su falta de linaje.

Orientó todas las acciones de su gobierno a engrandecer su poder, siendo reconocido ese impulso por medio del intencionado control del ejercicio de su mecenazgo.

 

Resulta de gran interés la puesta en marcha de un auténtico programa urbanístico encaminado a sistematizar el trazado urbano de la ciudad de Jaén, mediante la ampliación de sus calles y plazas, convertidas en auténticos espacios de representación de su poder.

 

Por otra parte, impulsó una serie de medidas tendentes a la ampliación de las redes de caminos que comunicaran las diferentes ciudades del Reino, como medida que facilitara no sólo el desarrollo de actividades comerciales y artesanales, sino también, la defensa de los enclaves más relevantes.

 

La modernidad de sus acciones se concreta en su reiterado interés por la mejora del ornato, salubridad y belleza de la ciudad. Estas cuestiones alcanzarán una gran relevancia en algunos de los principales tratados urbanísticos renacentistas.

 

La vida del Condestable estuvo llena de apasionantes episodios, entre los que se ha de incluir el de su propia muerte. Fue asesinado en el año 1473 por causa de una revuelta contra los conversos, desencadenada tras su asalto, mientras se encontraba en la catedral, rezando. Recibió un tiro en la sien con una ballesta. Las consecuencias de su asesinato fueron inmediatas, generándose una profunda crisis en el seno de la ciudad.

 

¿Qué pretensión pudo tener Miguel Lucas de Iranzo en encarnar a través de su gobierno una serie de valores que posteriormente, con el paso del tiempo, han podido ser identificados como propios del Renacimiento?

 

Probablemente su aspiración de ser recordado y reconocido como una persona adelantada a su tiempo. Lo cierto es que el análisis de su personalidad nos revela a un personaje preocupado por la evolución de la ciudad, por la mejora de su traza y principales infraestructuras, y para lo cual en ningún caso escatimó esfuerzos personales ni materiales.

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