Una reminiscencia del pasado es el sobrenombre de “La ciudad de los cien palacios”, que muchos portuenses adoptan como propio a modo de orgullo patrio o, como se conoce el ámbito político, “orgullo de pertenencia”… ya saben: eso de “patrio” suena a rancio -nótese la ironía-.
Puede que el número no fuera acertado y lo de “cien” fuera más el modo de aludir a un número indeterminado, pero elevado. Y así lo presentó, allá por el 1953, Don José de las Cuevas en un artículo publicado por ABC, dando origen al sobrenombre.
Pero una vez más, El Puerto nos muestra su cara más sombría y allí donde antes se erigían sus “cien” casas palaciegas, como ostentación de una clase emergente del siglo XVIII, muchas han desaparecido ahora y ya pocas conservan su antiguo esplendor.
Y no hace falta esperar otros dos siglos para tener nuevas reminiscencias de periodos anteriores, que a diario nos saluden mostrándonos sus vergüenzas desde Pozos Dulces a Bajamar. Y es que ya vamos en camino de un número indeterminado nuevo, pero elevado, de aparcamientos. Permítanme que me remonte unos años atrás, a la época de Moresco, ya iniciado el proceso de remodelación de toda la Bajamar.
Permítanme que les haga una llamada de atención sobre la pasarela sobre el río, conocida por la oposición de la época como “la pasarela a ninguna parte”, sobrenombre claramente erróneo, visto el uso actual de la estructura. El proyecto de los parkings de Plaza de Toros y Pozos Dulces fue la punta de lanza utilizada por la oposición para desplazar del poder a los populares.
Un poco de demagogia y mucha falsa información sobre los aparcamientos llevó al poder a una izquierda que no pudo esquivar la realidad que en su día enmascaró: los aparcamientos estaban financiados con dinero europeo cuyo único fin podían ser esas infraestructuras. Rechazar los proyectos fue un error que aún seguimos pagando.
Pues el desarrollo de estas infraestructuras traería a El Puerto remodelaciones que sin ellas, y visto lo visto, no somos capaces de sacar adelante. El PSOE de entonces, apoyado por sus socios de gobierno, trató de desvincularse de aquel proyecto alcanzando un acuerdo con la empresa constructora para sólo llevar a cabo el parking de Pozos Dulces y así “suavizar” la penalización que renunciar al global del proyecto suponía y supone para las arcas municipales.
Llegó la alternancia en el poder y la patata caliente cambió de manos, de nuevo a los populares. Y se ideó un nuevo planteamiento para afrontarla: la venta a un socio inversor privado… pero llegó la pandemia.
Y pasamos de las visitas programadas con prensa a Pozos Dulces, a tapar el boquete con disimulo mirando a otro lado, pero esta vez, sin prensa. Había que desvincularse, y aprovechando la correspondencia de partidos en el poder con Autoridad Portuaria, se idea un nuevo parking… ¡¿otro?, ya estamos cerca de los cien! Ahora que otro apechugue con la patata de Pozos Dulces.
Pero es que no todo puede ser tan fácil, ¿recuerdan ustedes la expresión aquella de “al menos que no molesten”?, pues nada, a molestar. Concedida la licencia de obras de este nuevo parking, cerremos uno de los antiguos. Y dicho y hecho, cerramos Bajamar 2 en pleno verano. De nuevo la imagen de vallas de obras y espacios pendientes de desarrollo, bienvenidos a El Puerto de Santa María, “la ciudad de los cien parkings”.