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La alcalaína Sandra Mesa será, a sus 27 años, una de las juezas más jóvenes de España

“Los jueces quizás seamos la esperanza que le queda a la sociedad cuando algo ha fracasado”, asegura Sandra Mesa, en entrevista realizada por Alcalá Información

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  • Sandra Mesa, en una foto correspondiente a su graduación.

Tras un más que exigente proceso de oposición, la alcalaína Sandra Mesa Pérez, con 27 años, se hizo con una plaza en la Escuela Judicial, paso previo para su posterior ingreso en la carrera judicial. Una vez tome posesión de su despacho se convertirá, de hecho, en una de las juezas más jóvenes de España.

La primera pregunta que surge es inevitable: ¿qué se siente ante la perspectiva de ser jueza a los 27 años? Siento una responsabilidad muy grande y algo de temor por si no consigo estar a la altura. Al mismo tiempo tengo mucha ilusión y muchas ganas de ejercer una profesión tan bonita.

Te graduaste en Derecho y Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Jaén, pero, ¿en qué momento y por qué te decides a dirigir tus pasos hacia el mundo de la judicatura? Me decidí por esta profesión cuando comencé a estudiar Derecho. Me encanta el Derecho y me apasiona la función social que tienen los jueces y juezas. Hice el doble grado porque me pareció muy interesante combinar la rama económica y empresarial con la jurídica. La carrera se me hizo muy amena porque combinaba la dura memorización del Derecho con la dinámica de las matemáticas y la contabilidad. Finalmente, la admiración que tenía por la figura del juez hizo que me decantara por el Derecho. Decidí opositar y tener un conocimiento más profundo del Derecho para así poder dar solución a los problemas sociales.


¿La oposición para juez y fiscal tiene fama de ser verdaderamente exigente, cuál ha sido tu experiencia al respecto? Desde pequeña he tenido un hábito de estudio muy constante y pensé que me iba a acostumbrar rápido al ritmo de la oposición. Sin embargo, la oposición no tiene nada que ver con los estudios que he cursado antes. Yo he tardado relativamente poco en aprobar la oposición, algo más de dos años y medio, pero han sido unos años muy intensos. La oposición ocupaba toda mi vida y me hizo muy egoísta porque todo el mundo tenía que adaptarse a mi horario de estudio. Dedicaba al estudio entre 10 y 13 horas diarias, el resto lo dedicaba a comer, dormir, ducharme e ir al gimnasio. Le cantaba los temas a mi preparador cada dos días y un día a la semana me lo intentaba tomar de descanso. Mi familia y mi novio han sido un apoyo muy importante. En casa mis padres lo hacían todo y estaban pendientes de mí, yo sólo tenía que preocuparme de estudiar. Mi hermana era mi apoyo emocional y ponía un poco de cordura cuando mi relación con la oposición se volvía demasiado obsesiva y tóxica. Mi padre y mi madre han soportado todo el desgaste emocional y económico que supone tener a dos hijas estudiando tanto tiempo. Mi novio esperaba hasta el final del día para poder dar un paseo corto conmigo y ayudarme a desconectar.

¿Cómo se concilia una oposición tan absorbente con la vida de una persona tan joven? Se concilia intentando lograr un equilibrio. El primer año de oposición no hacía nada de deporte y descansaba muy poco. El segundo año tuve que bajar las revoluciones porque el motor no se podía quemar. Los sábados, tras cantarle el tema a mi preparador por la mañana, salía a comer con mis compañeras de oposición o con mis amigas de toda la vida o iba al cine. Ese día de descanso me ayudaba a recargar pilas para el resto de la semana.

¿La impuesta reclusión que viene exigiendo la pandemia ha sido una pequeña ventaja en el sentido de facilita poder centrarte más en la consecución de tus objetivos? A mí el confinamiento me favoreció porque estaba pendiente de examinarme del primer oral y lo suspendieron durante 2 meses. Así, pude aprovechar para estudiar más y llevar el examen mejor preparado. Mi vida apenas cambió durante el confinamiento, más allá de tener que hacer deporte en casa y aprovechar el tiempo de descanso con mi familia.

La politización del estamento judicial en España es una amenaza que viene planeando desde hace mucho tiempo, ¿crees que hemos avanzado o retrocedido en este sentido? Hemos avanzado y estoy segura de que seguiremos haciéndolo. Del contacto que he tenido hasta ahora con jueces y juezas, he llegado a la conclusión de que esta profesión es muy vocacional y hay grandes profesionales que son muy humanos y luchan por hacer justicia material dentro de esa justicia formal que nos impone la ley. La profesión de juez es una de las más humanas y la que consigue acercar más que ninguna la ley al ciudadano. El estamento judicial es el más próximo al pueblo y el menos contaminado.

Es evidente que en otros sectores de la sociedad la mujer todavía tiene que vencer algunos techos de cristal. ¿Crees que la mujer ha conquistado la plena igualdad en la judicatura en España o aún queda camino? Hemos avanzado mucho, la mayor parte de la carrera judicial está formada por juezas y magistradas, pero es cierto que este porcentaje no se refleja en los altos cargos del poder judicial. Confío en que sigamos luchando y podamos romper ese techo de cristal pronto.

Impartir justicia es algo que daría vértigo a cualquier mortal, quizá, sobre todo, por el peso de la responsabilidad. ¿Qué sientes ante la perspectiva de tener que decidir sobre el destino de muchas personas una vez tomes posesión de tu puesto? Afronto esta profesión como un reto, pues sé que la función que tenemos los jueces y juezas es la de ser arquitectos y arquitectas de vidas nuevas. Nosotros y nosotras diseñamos y reconstruimos un mundo mejor a partir de los destrozos causados tras el enfrentamiento o el delito. Quizás seamos la esperanza que le queda a la sociedad cuando algo ha fracasado. Afronto esta profesión, con valentía, ilusión, decisión e ímpetu por hacer de este un mundo mejor.

Tu trayectoria muestra que, sin duda, eres una persona ambiciosa. ¿Has llegado a tu meta o pones tus miras en objetivos más elevados? He escogido esta profesión porque quiero estar cerca de la ciudadanía, no tengo como meta llegar a los altos tribunales. Aspiro a ser una buena profesional y a facilitar la vida a los demás. Mis próximas metas son acabar el máster que empecé cuando aprobé la oposición y después me gustaría hacer una tesis doctoral. Cuanto más formada esté, mejor desempeñaré mi cargo. Mis metas han sido siempre académicas y lo seguirán siendo.

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