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Alcalá la Real

Manuel Luís Anguita: "Los ingresos de algunas iglesias apenas dan para pagar la luz"

Entrevistamos a Manuel Luís Anguita, párroco en San José y otras cuatro aldeas alcalaínas, para conocer un poco más de cerca su labor diaria

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  • Manuel Luís Anguita. -

Tras el sorpresivo hundimiento de la techumbre de la iglesia de San José, a principios del pasado mes de octubre, surge ahora una iniciativa para recaudar fondos que destinar a la reconstrucción del templo de esta aldea alcalaína. Es el motivo que nos da pié para hablar con Manuel Luís Anguita, párroco de Fuente Álamo, Caserías de San Isidro, Las Grajeras, San José y La Rábita, sobre esta iniciativa y otras cuestiones relativas al día a día de su profesión.

¿Qué puede decirnos sobre la iniciativa para recaudar fondos destinados a la reconstrucción de este templo?
—Bueno, el objetivo que nos marcamos es el de reconstruir la iglesia lo antes posible, en la medida en la que lo permita la economía de la diócesis y el obispado. Lo que hemos iniciativo de forma más inmediata es una campaña de recogida de donativos que pueden hacerse a través de las sucursales de Caja Rural de Jaén y Unicaja, entidades en las que la parroquia tiene su cuenta particular. Al margen de ello, la principal acción que tenemos en proyecto será una certamen de villancicos benéfico que se celebrará el próximo día 9 de diciembre, a partir de las 20.30 horas, en el teatro Martínez Montañés. Hasta el momento tenemos confirmada la participación de una coral de Castillo de Locubín, el coro mixto y grupo de Pulso y Púa de Antiguos Alumnos de la SAFA, el coro "Aromas de la Sierra", así como el Coro "Al Alba", de Alcaudete, así como, por confirmar, una coral de Granada.

Económicamente, ¿de qué objetivo estamos hablando?
—La verdad que aun no tenemos un presupuesto concreto, si bien es cierto que las estimaciones realizadas por el perito fueron de entre 50.000 y 60.000 euros. Se trataría de una obra integramente nueva, ya que se realizó un presupuesto manteniendo los muros, y realmente se iba a más que realizar toda la obra nueva.


¿Crée que lo ocurrido en la iglesia de San José es un hecho excepcional o podría haber más casos similares en templos de nuestras aldeas?
—Bueno, sabemos que la mayoría de las aldeas son pequeñitas, no tienen a veces ingresos para poder conservar los templos dignamente. Entonces, ante esa falta de recursos, si es cierto que se van dejando un poquito, se le van haciendo arreglos. En mi caso, la iglesia de Caserías es la mejor conservada, ya que fue restaurada hace unos quince o veinte años, mientras que la de Fuente Álamo se restauró hace tres. En cambio, la de La Rábita data de aproximadamente el año ochenta, y Las Grajeras es más antigua, aunque es pequeña y está bien conservada. San José era la más antigua, y databa de los años sesenta. Se había adecuado exteriormente, pero realmente la estructura estaba mal, formada de palos de chopo antiguo y estos se han ido picando y deteriorando, pese a que no se veía, al tener un falso techo de escayola.

Es de suponer que el fenómeno de la despoblación tiene también un reflejo claro en esta situación...
—- Sí, está claro que en las aldeas cada vez hay menos gente. Yo acudo quincenalmente a celebrar misa, y me encuentro con siete, ocho o diez personas. La Rábita es la excepción, ya que está creciendo y tiene ya mil habitantes, pero en los otros casos, hay núcleos que tienen entre cuarenta y cien habitantes. Y tampoco se puede hacer más porque la gente se me cansa. En alguna ocasión, con motivo de la alguna celebración especial festiva, como por ejemplo el Día de Reyes, o entre semana, he celebrado algún oficio, y han ido dos personas, porque no hay costumbre. Si hablamos ya de otro tipo de celebraciones, aun menos. Este año, por ejemplo, solo tengo dos bodas, y las dos en Caserías, y hay también otra en La Rábita el próximo abril. En San José, por ejemplo, no se han celebrado bodas desde que estoy aquí. Entierros, alguno que otro, y comuniones, por ejemplo, el año pasado no hubo en San José, aunque este año hay tres; en Caserías hace tiempo que no hay, y habrá una este año próximo, en Fuente Año hubo una el año pasado, y el próximo habrá otra... Este fenómeno no sólo hay que vincularlo al despoblamiento en si, sino también a un progresivo enfriamiento de la vivencia de la fe. No siempre, pero en general, la religiosidad se reduce al hecho del cumplimiento, por ejemplo, si hay una misa de difuntos, y la misa del domingo, pues si tengo tiempo voy y si no, no pasa nada.

La labor de un sacerdote que debe atender un grupo de parroquias tan dispersas, ¿puede llegar a ser estresante?
—Bueno, la verdad es que entre semana no lo es tanto, se limita a función como capellán de las Madres Trinitarias de Fuente del Rey, así como en la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias. Cosa distinta es cuando llegan los fines de semana o fiestas, ya que hay que atender las cinco aldeas. Esto significa estar toda la tarde del sábado y del domingo con el coche de una aldea a otra, para celebrar las misas, o incluso por la mañana cuando hay también otras celebraciones. Puedo decir que compré el coche hace cuatro meses y ya tiene 15.000 kilómetros...

La Iglesia es a veces criticada por considerar que cuenta con un gran patrimonio y recursos y goza de un trato preferencial, pero ¿cuál es la realidad de la iglesia  en este ámbito rural?
—La verdad es que el sostenimiento de la mayoría de estas iglesias rurales es más que difícil, hasta el punto de que hay meses en que se paga la luz y poco más. A veces es gracias a los sacramentos, aunque hay poquitos, se sale adelante. Pero algunas de las iglesias de aldeas en que soy párroco tienen unos ingresos de quince o veinte euros al mes. A menudo, cuando se piensa en la iglesia, se piensa en la catedral de Jaén o el Vaticano, pero nuestra realidad es muy diferente.

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