Nereida pronto se graduará como ambientóloga. Eligió esta carrera convencida que podía mejorar el mundo y en especial esa tierra que adora, su Axarquía. Como muy pocos jóvenes quiere permanecer allí y ser parte del futuro de su sociedad y de su naturaleza. Pero un día mientras estudiaba descubrió que en su Narnia subtropical había desde grandes desiertos como el del Sahara hasta territorios donde la lluvia era muy abundante. El mismo entorno del Mar Mediterráneo, al que tanto le gustaba refugiarse como una nereida, formaba parte de esa Narnia, y en concreto hasta donde alcanzaba su mirada desde la Maroma hasta Maro no era más que un mundo semiárido, casi subdesértico en donde a duras penas la biodiversidad se había adaptado a unas condiciones de extrema sequedad y altas temperaturas. La duda le asaltó al intentar comprender porqué allí se cultivaban especies provenientes de regiones tan lluviosas en vez de los productivos cultivos tradicionales de olivos, viñedos, almendros o algarrobos ¿Quién habría dictado que aquella tierra era subtropical húmeda? ¿Quiénes dijeron que aquellos cultivos eran los idóneos aquí? ¿Dónde estaban toda la lluvia que se requería? Embebió todo lo que cayó ante sus ojos sobre la crisis chilena del aguacate, concluyendo que estaban abocados a que se repitiera la historia. En la plaza del pueblo un grupo reclamaba más agua, queremos más agua, pero en vez de reclamárselo a la Virgen de la Cueva, lo hacían a los gobiernos para que hicieran con urgencia trasvases, perforaciones o desaladoras. Nereida se acercó a uno de ellos y le sugirió que porque no cambiaban de cultivos. A punto de ser agredida por la muchedumbre, un inversor urbanita le espetó que si quería arruinarles el negocio, que así estaban ganando millones de euros. A Nereida se le cayó su Narnia, en la que como aquella en la de Lewis esperaba hablar un día con animales míticos y plantas mágicas.
Hoy, a pesar de los que ven en esta pertinaz sequía una normalidad cuando es la mayor que los registros recogen desde hace más de un siglo, se reclaman de manera grouchiana más infraestructuras. Pero como en aquella película de los hermanos Marx el tren dejará de funcionar cuando se hayan quemado todos los recursos disponibles para su movimiento. Nos están dejando sin futuro, sentenció Nereida.