A mí me parece que todo el mundo estará de acuerdo en que lo más bonito del mundo es la libertad y lo peor la esclavitud. Y al que no piense eso, lo invito a que se meta aquí entre estas cuatro paredes y después me lo cuenta. Por las ganas que tenemos de libertad nos ponemos los locos todos los días en la puerta del manicomio a ver si a alguien se le olvida cerrarla y nos podemos escapar para saborear lo que es volar por cuenta propia.
Tampoco está la cosa ahí fuera como para tirar cohetes, porque, aunque le llaman el mundo libre, habría que decir que según y cómo. Siempre hay algún loco que da la nota. Es el caso de Putin, cuyo apellido habla por sí mismo.
Cuando he visto lo que está pasando en Ucrania y cómo lucha David contra Goliat, me he ido corriendo a la biblioteca a ver qué opina el personal sobre la libertad. Hay para elegir. Trasteando entre los libros, mire usted por donde, me he encontrado con que hoy fue cuando murió Santo Tomás de Aquino, gran hombre de enorme cerebro, escolástico a morir, que es lo mismo que decir hoy facha a reventar, aunque hay que ponerse en la mentalidad de su época, ya que murió el 7 de marzo pero de 1274 y ha sido considerado por su imponente obra Doctor de la Iglesia, aunque no era médico. Estaba obsesionado con demostrar la existencia de Dios a las bravas y solamente con la razón, pero me he encontrado algo que dice sobre la libertad. Afirma que el poder debe estar orientado hacia el bien común, y que en caso contrario, el pueblo tiene derecho a derrocar al tirano por medios pacíficos o violentos si no existe otro remedio. Lo clavó con respecto a Ucrania, aunque a ver qué ruso le mete mano. Felicito de paso a los Tomases que habitan en este mundo de locos y que no tienen culpa de nada.
Lo del santo es del Siglo XIII, pero he seguido leyendo. No tengo más remedio que citar al gran Cervantes, cuyo cautiverio de cinco años en Argel en manos de los moros, le dio bastantes ideas sobre el tema. Hay un momento en el Quijote, en que este le dice a Sancho: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre, por la libertad así como por la honra se puede y se debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venirle a los hombres”. (Segunda parte. cap. 58).
Claro, que siempre es mucho más fácil escribir que hacer lo que está escrito. Mira lo que le pasó a un tal Horacio, uno de los mejores poetas romanos. Iba pregonando que, si el orbe todo en piezas se derrumbara, al hombre justo lo cogerían impávido sus ruinas. Él se consideraba justo y valiente, pero en la batalla de Filipos (42 a.C.), cuando vio que el panorama se presentaba más negro que la continuidad del Cádiz en primera división, se hizo caca y salió corriendo como gato que vuelca la olla.
Hay infinidad de perlas sobre la libertad, cuya lectura le vendría muy bien a Putin.
En fin, que la guerra se acabe, porque vamos para atrás como los cangrejos. Y como decía Einstein: “No sé qué armas se usarán en la Tercera Guerra Mundial. Pero puedo decirles cuáles se usarán en la cuarta: ¡piedras!”