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El Loco de la salina

El Bodegón y las cosas de Alfonsito

Se me hizo tan corta la cosa, que me fui tarareando a mi modo eso de “la noche duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”

Publicado: 07/08/2022 ·
14:55
· Actualizado: 07/08/2022 · 14:55
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Fue el viernes por la noche, que es cuando me dan permiso para salir del manicomio. Hay gente que cree que los locos no disfrutamos, porque piensan que nuestras cabezas no están preparadas para el disfrute. Sin embargo, la cosa es que yo me lo paso bien dentro y fuera de esta casa de locos. Dentro, porque hay que ver la de tonterías desquiciadas y graciosas que se escuchan por donde quiera que vayas, y fuera, por la misma razón pero con un personal que se cree cuerdo. En fin, que de vez en cuando hay que salir para cuidar la salud mental, y eso es lo que hice el viernes. 

Me acerqué al Bodegón Andalucía, porque me dijeron que había flamenco por un tubo. Alfonsito había preparado con mucho esmero un mano a mano entre el Lucas y Rafael Vargas. Hay que darse cuenta de la actividad que desarrolla Alfonsito. Cuando no es Flamenco, es Carnaval, la cuestión es que no para. El Bodegón estaba lleno hasta la bandera, como en las grandes ocasiones. De modo que pedí mi cerveza, me senté al fresquito de la noche y fui todo oídos. A la guitarra se puso Carlos Rodríguez, y les puedo asegurar que tocó como los ángeles, con la diferencia de que estos creen que vuelan más alto y evidentemente se equivocan.

Le metió mano a todos los palos habidos y por haber: tangos, soleá, bulerías, coplas…, y siempre con esa habilidad que tienen los buenos guitarristas, que son capaces de poner los dedos de la mano izquierda en el traste preciso, mientras que los de la derecha acarician las cuerdas como si fueran delicados cabellos. Si yo intentara hacer lo mismo, me volvería loco, aunque ya lo esté de hecho.

Salió a cantar Manuel Lucas, llamado el Lucas, y me quedé con la boca abierta. Lo había escuchado otras veces, pero es que el viernes lo bordó. Con una potencia de voz extraordinaria fue desgranando copla tras copla y dejando al numeroso público con ganas de otra. Da gusto dejarse capturar por la sensibilidad y el gusto que pone el Lucas en cada frase cantada. Tiene pulmones de sobra para llegar a los quejíos con extraordinaria facilidad. A continuación, salió al escenario Rafael Vargas, Falele, un monstruo, pero no de las galletas ni de los que dan miedo, sino todo lo contrario. Un nutrido grupo de fans de su misma quinta estaba pendiente de cada ocurrencia que salía de su boca. Y no solamente tiene gracia a raudales, sino que le da al cante un toque personal que cautiva.

Al final, y por enésima vez intentó cantar aquello de Sabina “Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”. Y hasta ahí llegó Rafael porque la memoria no es su fuerte. Pero suple la falta de memoria con la simpatía que derrocha. Al escucharlo sientes como un pinchazo, pero no de los que ahora están de moda entre las niñas quinceañeras, sino de los que te cautivan por el arte que llevan consigo. Después salió Mª Carmen Nieto, la Xica, y puso un broche de oro a la noche. Tiene una voz prodigiosa y un talento innato. A mí me encantó. En fin, que pasé una noche de esas que te dejan un poco menos loco de la cabeza, aunque tocado en el corazón.

Volví al manicomio a las tantas. Se me hizo tan corta la cosa, que me fui tarareando a mi modo eso de “la noche duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”.

 

 

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