A quienes estáis tranquilos por los vetos a algunos de mis compañeros de formación os diría que sois más tontos que unos pantalones de madera. Si pensáis que con esto se va a derogar la ley trans, es que no nos conocéis. Si pensáis que no vamos a hacer campaña, es que no nos conocéis. Si estáis contando con las manos que de 15 se quedan fuera 7 porque vamos a bajar los brazos, es que no nos conocéis. No solo vamos a meter en el Congreso a los probables, es que vamos a meter a los improbables y, a poco que el tiempo acompañe, a los imposibles; nos está entrando un cierto tipo de hambre.
El que haya querido cargarse el feminismo cargándose a Irene Montero es que nunca entendió que la compañera iba montada sobre un elefante cuya carne forman cientos de asociaciones y cientos de miles de personas, que siguen ahí, y, probado el sabor de la victoria, jamás se conformarán con la derrota. Es lo lógica militar más sencilla: cuando tus tropas son inferiores, intentas cargarte al general. Esto quiere decir que nuestras tropas son muy superiores y, a diferencia de en las guerras antiguas, votan. Quien crea que el resto de compañeras y compañeros va a apretar menos es que no nos conoce. Quien piense que las injusticias nos desmoralizan es que no ha estado mirando; hacerle algo injusto a Podemos es como enchufarlo al cargador de baterías.
Tenemos una organización que abarca todo el territorio nacional y que va a disponer de varios años, lejos de las dinámicas alocadas electoralistas, para asentar aquello que tanto se reclama, que es la implantación territorial; va a ser así y va a ser un éxito. Tenemos una militancia que levantó este proyecto sin una maldita sede; gracias por vuestra preocupación, pero nunca nos dolió el culo por sentarnos en el banco de un parque. Tenemos a excelentes cuadros que van a llegar en breve al Congreso de los Diputados, al Senado y un poquito más tarde al Parlamento Europeo. Y cuando alguien se quita, es sustituido por otro. Recuerdo un momento en la historia reciente de Podemos en que a muchos les parecía imposible seguir sin Pablo Iglesias; esto no hizo más que permitirnos descubrir en su pleno desarrollo los liderazgos de Ione Belarra e Irene Montero; igual que habría sido faltarles al respeto bajar los brazos en aquella ocasión, sería una tremenda falta de respeto a quienes van a representarnos en las elecciones generales bajar los brazos ahora mientras todavía vemos si Montero va o no va en las listas. Si no va, sería un tremendo error político por el mensaje que envía, error que ya nos encargaremos de ayudar a corregir cuando la próxima cabeza que la reacción exija sea la de Yolanda Díaz o Pablo Bustinduy. Pero la política, en democracia, a veces implica trabajar fieramente en contra de tus deseos, lo que a su vez implica que el fruto de un trabajo bien hecho oculte la incógnita de si tenías razón. Vamos a aplicar tanto ímpetu y convencimiento que, posiblemente, superando las expectativas desmovilizadoras, jamás podremos decir con números en la mano que fue un error no contar con nuestra Ministra de Igualdad, en caso de que al final no entre. Es tan doloroso que es incluso bello en su dolor trabajar en este sentido, pero al mismo tiempo es el único modo de apuntalar sus avances y seguir el trabajo marcado. Nos esperan las familias con miembros dependientes y el sector del taxi, nos esperan Doñana y el Mar Menor, el sector agrario, los y las artistas, nos esperan quienes dependen del respeto a los Derechos Humanos para sobrevivir. A quienes estáis tranquilos soñando con un estado liberal nacionalcatólico, os diré que os habéis equivocado de partido, y de siglo; y que no conocéis a los que van a entrar en el Congreso. Ahora tenemos más hambre de victoria.
