Uno tiene ya esa edad con la que puede afirmar que vio Verano Azul en su estreno. Nada de repeticiones ni reposiciones. Desde luego fue una serie que marcó una época en la televisión de aquellos entonces y cuyo éxito sigue resonando a día de hoy.
Fíjense si su éxito perdura que hasta el PP ha decidido usarla como slogan promocional en su campaña electoral. Y para su presentación, el partido genovés, ante la práctica ausencia de costas en este país, tuvo que usar un espacio dedicado al vóley playa para crear un trampantojo de playa. Hasta su portavoz apareció descalzo y con los pantalones remangados. Lo suyo hubiera sido aparecer en Meyba, para completar la engañifa.
Imagino que la elección de dicho slogan se basa en el color corporativo del partido y la estación en la que se van a celebrar las elecciones. Un acierto, si uno no lo piensa demasiado. Porque los que tenemos memoria nos acordamos de su temática. Una serie en la que se paraba el mundo porque una chica tenía su primera regla y se convertía en mujer, como si antes de ese día fuese un brócoli. Una serie en la que se ponía de manifiesto las diferencias generacionales o la llegada de la pubertad.
Recuerdo con viveza un capítulo en el que unos especuladores querían derribar la casa donde vivía Chanquete, a la sazón un barco, y como los chavales se subían a él e intentaban frenar el desahucio, junto a la pintora y el propio Chanquete, guitarra en mano y cantando aquello de “No nos moverán”.
Eran otros tiempos, cargados de inocencia y de esperanza, con una sociedad vapuleada por el terrorismo pero ilusionada con esa recién estrenada democracia. Hoy día, las cosas serían muy distintas. Probablemente, la Plataforma Anti Desahucios intentaría paralizar la expropiación del barco de Chanquete, con los chavales agarrados unos a otros y la policía tirando de ellos para hacer valer los derechos de la banca. La prensa sacaría a la luz el pasado comunista de Chanquete y las actividades misteriosas de una pintora que no se sabe de qué vive y se la ve siempre rodeada de menores de edad.
Al final, todo se habría arreglado como siempre. Habría llegado unos desocupados profesionales, los sacarían del barco con besos y abrazos, y al cabo del tiempo crecería de la nada un bloque de viviendas destinadas al alquiler vacacional.
Verano azul, pero en blanco y negro.