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Jueves 02/05/2024  

Matrícula de deshonor

Egoísmo y desconfianza

Aquellos conceptos de amistad, relación social, vecinal, laboral o familia han ido decayendo a lo largo de los años, floreciendo un egoísmo impropio

Publicado: 20/09/2023 ·
12:21
· Actualizado: 20/09/2023 · 12:21
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  • Egoísmo. -
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Me entristece observar el grado de desconfianza que aprecio en la sociedad actual, en la que reina la difidencia, la suspicacia y la constante sospecha de todo y de todos, entre todos. Aquellos conceptos de amistad, relación social, vecinal, laboral o familia han ido decayendo a lo largo de los años, floreciendo un egoísmo impropio de una civilización que necesita de los demás para alcanzar esa plena felicidad y madurez. Los valores sociales, relacionales y afectivos han pasado a un segundo plano y han generado una competitividad desvirtuada e insana que nos está llevando al individualismo, en el que se persigue esa supremacía del individuo frente a la sociedad, cada vez más quebrajada.  

Hemos menospreciado y confundido esa libertad que tanto nos ha costado y nos sigue costando para alejarnos del mundo, sin coste y sin promesas eternas. Nos hemos vuelto circunstanciales, ‘camaleónicos’ y eventuales socialmente, donde prima el interés particular y personal sin otras miras, y cegados por aquello que ocurre a nuestro alrededor, confundiendo una parte por el todo, generalizando los hechos puntuales de truhanes y estafadores, aunque a veces, debo reconocer que “cuesta separar el grano”.

Es curioso cómo hemos ido reduciendo nuestra visión social a un mundo desigual y segmentado: una Europa cada vez más rota, un país más dividido y revuelto donde cada vez se proclaman más sectores sociales sectarios con deseos de imponer sus propias leyes. Estamos totalmente divididos: la política, el deporte, la ciudad, incluso ser hombre o mujer, todo está redirigido y conformado para desprendernos, desligarnos y enfrentarnos. Hasta la familia, aquel bien tan valorado, cada vez es menos estable por el interés de ese individualismo que genera una lucha con finales tormentosos.

Atrás quedaron los líderes sociales, políticos y religiosos, menospreciados y puestos en tela de juicio y en muchos casos, ganados a pulso. Observo una sociedad cada vez más vacía, sin recursos referenciales que marquen pautas de conductas a seguir, donde la confianza cada vez es más esquiva.

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