Y de ahí no salía por mucho que se le aconsejaba cambiar de canción. Si algún loco le decía que no, le ponía una cara chunga. Si alguno le decía que sí, se lanzaba a dar saltos y lo felicitaba dándole abrazos exagerados. Según me contó más adelante, cuando su coco medio funcionaba, el pobrecito se construyó una casa bregando con la cantidad de sinvergüenzas que han pululado y pululan en el ramo de la construcción, aunque dicen que hay honrosas excepciones. Después de pasar un calvario con ese personal, se topó de frente con la papeleta del Ayuntamiento. Todo eran pegas: que si las ventanas tenían que ser de madera y no de aluminio, que si tenía que conservar la fachada de aquella manera y no de la otra, que si debía respetar los cierros tal como estaban, incluidos los dibujitos, que si aquellos cables los tenía que soterrar porque eran de nueva construcción, que si estaba obligado a que su casa hiciera juego con la estética de la calle, que si los salientes, que si los entrantes…En fin, unas historias de las que el pobre salió airoso no sin antes volverse majara entre tantos requisitos. Y el hombre me contaba que llegó un momento en que se volvió loco no por el vía crucis que le estaban haciendo pasar, sino por lo que todos los días tenía que contemplar cuando daba una vuelta por La Isla.. A unos sí, a otros no. Aquel porque resulta que sí, al otro porque resulta que no. A uno depende, al otro de eso nada. A unos luz verde, al otro que está la cosa muy negra; a uno que sin pegas, al otro que es imposible…
Ahora ha vuelto de las vacaciones el pobre y me ha mosqueado, porque lo primero que ha hecho al entrar en el manicomio ha sido preguntarle al portero que si tenía padrino. Lo he cogido aparte y le he dicho que así fue como ingresó aquí y que en ese plan no sale en la vida. Y me ha explicado que viene tocado, porque ha visto una obra frente a la Iglesia de San Francisco que no tiene cierros, que no guarda ninguna armonía con el resto de la calle Real, que aquello parece cualquier cosa menos una casa de La Isla y que se han hecho caca encima de la estética. Me dijo también que, pasado El Liceo, hay otra obra monstruo que parece cualquier cosa menos un edificio diseñado para ubicarse en la calle Real de La Isla y mucho menos para ponerse a la venta como viviendas; y remató afirmando que aquello es un ejemplo claro de cómo volcar la estética en el water y tirar de la cadena.
Me insistió en lo del padrino y le he tenido que explicar que si en un bautizo no hay padrino, pues no se le echa el agua al niño, ni hay convite. Me ha dicho que La Isla está llena de mamarrachadas arquitectónicas y que en esos casos nadie ha abierto su boquita para impedirlo. Nos hemos sentado los dos al borde de la cama y hemos intentado darle al tema alguna explicación. Nos hemos hecho miles de preguntas. ¿Hay en La Isla cañaíllas demasiado tontos y otros demasiado listos? ¿Hay en La Isla cañaíllas que pasan de todo y otros que pasan las de Caín? ¿No somos iguales ante la ley? Hemos llegado a la conclusión de que no hay cosa más injusta para un Ayuntamiento que ser fuerte con el débil y débil con el fuerte.
Después nos hemos acordado del Bicentenario, porque no paramos de escuchar que La Isla fue la cuna de la libertad y de la igualdad. Y hemos convenido en que eso sería antes. Ahora, sacado ya el niño de la cuna, lo de siempre, si no tiene padrino, no se bautiza.