Uno se entera de todo y espero seguir enterándome, porque me paso el día escuchando tonterías más que hablando pamplinas. Ayer mismo me enteré por casualidad en el manicomio de que aquí en La Isla un hombre, que por circunstancias de la vida se tuvo que hacer cargo de sus tres hijos pequeños y que tenía pendiente una condena de varios meses, no ha tenido más remedio que ingresar ahora en prisión a cumplirlos, cuando en estos momentos enderezaba su vida con un trabajito dejando atrás sus anteriores errores arrepentido y ya reintegrado en la sociedad. Me dicen que los tres chiquillos y la abuela, que lucha por atenderlos, no tienen consuelo y se pasan el día llorando. De estas cosas no me quiero ni enterar, porque, cuando contemplo en televisión las imágenes de tantos políticos no arrepentidos, y que dicen que volverán a hacerlo, preparándose a la carta ellos mismos una amnistía que borre totalmente sus delitos y sus ambiciones, me dan ganas de vomitar. Por eso, cuando alguien dice que todos somos iguales, a los locos nos da la risa tonta. Creo que la risa se inventó para estos casos, aunque la tristeza también. La igualdad es un invento que sirve para dormir conciencias, pero en esta vida ya nos encargamos de que la igualdad verdadera no exista. Los locos lo tenemos claro, la ley debería ser como la muerte, que no perdona a nadie. Aquí se van de rositas los vivos de siempre, que son precisamente los que debieran dar ejemplo.
Por otra parte, el poder judicial hasta ahora parece estar de adorno y en manos de los políticos. El pobrecito de Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu (1689-1755) se calentaría la cabeza escribiendo El espíritu de las leyes, donde asienta los principios del Estado de Derecho moderno. En esta obra el iluso filósofo desarrolla la teoría de la separación de poderes. A Montesquieu se le puso el coco hirviendo, cuando distinguió tres poderes independientes: ejecutivo, legislativo y judicial. El pobre mío pretendía un sistema de control entre esos poderes que impidiera el despotismo y el absolutismo. Otro motivo de risa. Hay países que lo aplican con rigor, pero aquí en España somos como somos y la autonomía de esos tres poderes nos la hemos pasado por la parte posterior de las ingles. Esto no lo pudo prever Montesquieu, quede hecho murió aquejado de una ceguera intensa, y no me extraña. Antes dejó escritas algunas frases curiosas: En el estado de naturaleza…todos los hombres nacen iguales, pero no pueden continuar en esta igualdad. La sociedad les hace perderla, y solo la recuperan mediante la protección de la ley. Si el progresismo que muchos predican consiste en ir acoplando la ley a su capricho y según conveniencias, apañados vamos.
Los locos pensamos que se ha perdido no la vergüenza, sino incluso el pudor. A muchos políticos ya no se les pone la cara colorada ni dándoles con lija del dos, sin entrar en el grado de dureza de sus rostros. Manejan la palabra progresismo con un desahogo que asusta. Ponen de facha a todo el que no piense como ellos, cuando en realidad son cangrejos progresistas que están llevando este país para atrás,mientras no se cansan de publicar a los cuatro vientos que vamos hacia delante. No es de extrañar que en estos días España, herida en su orgullo y dignidad, se haya convertido en un clamor.
Ahora, por pensar así, también me pondrán a míde facha. Fíjate qué problema para un loco. Al final tendremos que reconocer que todos no somos iguales. Y menos mal.