El Vía Crucis comienza con la sentencia a muerte de Jesús; de un modo análogo a las cofradías se les sentencia año tras año con la dura crítica basada en tópicos y medias verdades de quienes desconocen que su labor no se limita a sacar una procesión a la calle, sino que va mucho más allá, desde una bolsa de caridad que supone una importante ayuda para cada barrio, hasta la visita a enfermos y todo ello sin descuidar el costoso mantenimiento de un exquisito patrimonio cultural que luego todos disfrutamos en la Semana Mayor.A Jesús en su camino al monte Calvario como reo de muerte muchos lo miraban impasibles, o se dedicaban a murmurar, pero pocos fueron los que se acercaron a él para prestarle un poco de ayuda.
Jesús tuvo que cargar la mayor parte del tiempo con su cruz, como pasa con los pocos hermanos y hermanas que a lo largo del año con el mínimo de ayuda tienen que cargar con el peso de dicha labor social y del mantenimiento del patrimonio. En ocasiones hasta la insuficiente subvención que reciben del Ayuntamiento se retrasa prácticamente un año, siendo despojados como lo fue Jesús de sus vestiduras antes de ser clavado en el madero.Esta falta de apoyo provoca serias dificultades, que podrían compararse a las caídas de Cristo en su camino. Aunque las Cofradías también tienen sus “Cirineos” y “Verónicas” particulares, representados en esas personas anónimas que año tras año aportan su ayuda sin esperar nada a cambio.
Sirva este artículo para ensalzar esta labor desconocida que yo he descubierto cuando me he acercado a ellas. Ojalá nos quitemos la venda de la ignorancia y seamos capaces de aplaudir a quienes a pesar de todo mantienen su vía crucis particular más allá de la Cuaresma, acercándose a las personas que necesitan una ayuda que parte del convencimiento de que las cofradías son una herramienta más para ponerse al lado de quien lo necesita.