El 23 de julio la crónica social española perdió a una de sus grandes protagonistas, Carmen Ordóñez, Carmina, una mujer libre, que rompió moldes, guapa a rabiar, con mucho estilo, tremendamente generosa, dicen sus amigos, que supo exprimir la vida al máximo.
Cuando se cumplen 20 años de su muerte, su rostro de sonrisa abierta, su pelo negro y su piel tostada siguen cautivando con su descaro fino y contenido del que era poseedora y que le llevó a las portadas de la crónica social un día sí y otro también.
Con su habitual desparpajo acostumbraba a decir que no cumpliría los 50, lamentablemente, fue una premonición que se cumplió, falleció a los 49 años, una empleada del hogar la encontró en la bañera de su casa, después de una noche de fiesta.
Su hijo mayor, Francisco, ha confirmando, recientemente, que una dosis letal de cocaína y somníferos -a los que estuvo enganchada, como ella misma confirmó, durante años- fueron letales para ella.
Una vida al límite, que la llevó a dilapidar la herencia familiar, y a dar exclusiva tras exclusiva para financiar un alto nivel de vida, del que sabían aprovecharse muchas de las personas de su entorno.
Hija del torero Antonio Ordóñez y sobrina de Luis Miguel Dominguín, la cuna la llevó a ser popular por su ascendencia familiar, pero su rebeldía la llevó, por méritos propios, a labrarse un hueco permanente en la actualidad.
Con 17 años se casó con el torero más popular del momento, Francisco Rivera, 'Paquirri', con el que tuvo dos hijos, Francisco y Cayetano, y si fue un acontecimiento su enlace, al que sus padres en un principio no daban el visto bueno por su juventud, no lo fue menos su separación, tan solo seis años después, pese a declararse conservadora y una persona religiosa.
En ese momento, Carmina (Sevilla, 1955 - Madrid, 2004) le acusó de no ser el hombre del que se había enamorado, "es machista y celoso. Y eso ha creado una barrera entre nosotros", confesó a una revista.
El primero de unos escándalos que fue encadenando hasta el final de sus días. Amada y criticada a partes iguales, para unos era una niña pija y caprichosa; para otros, una mujer que buscaba ser amada sin ataduras, vulnerable y frívola, solo cuando la fiesta lo requería.
Después del fallecimiento de Paquirri su enfrentamiento con Isabel Pantoja, con la que estaba casado el torero, por la herencia de sus hijos duró hasta su muerte.
Su matrimonio con el cantante Julián Contreras en Miami, del que nació su tercer hijo, Julián, la estabilizó. Con el tiempo se instalaron en Tánger (Marruecos), una ciudad que la fascinaba y en la que confesó que fue muy feliz.
Después de varios romances, "no sé estar sola", decía a modo de justificación, llegó el bailarín Ernesto Neyra, con el que se casó por lo civil.
Una relación que acabó en los juzgados con una acusación de maltrato hacia Neyra. Carmina apareció en los platós de televisión con un ojo morado, argumentó que se cayó en la bañera, hasta que confesó que sufría malos tratos.
Y, de nuevo, el escándalo. Una mujer como ella, con recursos, con una imagen alejada del sometimiento, denunciaba ante las cámaras un hecho que no había llevado al juzgado. En ese momento, fue ella a la que se puso en entredicho por querer sacar un beneficio económico de una situación dramática.
Cuando acudió a los tribunales, en 2002, una jueza desestimó la acusación de violencia de género porque no daba el perfil de mujer maltratada, porque los hechos no se denunciaron en su momento y por la falta de certificados médicos. Un varapalo que le costó asumir.
Para 'La divina', como se la conocía por su reiterada respuesta: 'Estoy divinamente', acompañada de su habitual golpe de melena con la mano, sus hijos eran su eje.
Su mayor ilusión era que, pese a la diferencia de edad, se mantuvieran unidos, una aspiración que no se ha podido cumplir ya que, por distintas desavenencias, ni Francisco ni Cayetano mantienen relación con su hermano menor, Julián.
Son ellos los que afirman conocer a la verdadera Carmina, esa mujer de sonrisa abierta que supo cómo sacar jugo a la vida.