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Desde la Bahía

Efemérides de septiembre II

Las leyes musulmanas prohibían a sus fieles vivir en comunidad con cristianos y judíos a los que calificaban de “gentes viles”

Publicado: 15/09/2024 ·
18:02
· Actualizado: 15/09/2024 · 18:02
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Nuestra historia local irremisiblemente tiene que ir unida a la Cádiz capital. La salada agua de la Bahía ha sido y es el lugar que ambas han utilizado para consolidar su irreversible vínculo. Cuando se habla de la historia de Cádiz es imposible eludir a la Isla porque el Logar de la Puente era la sinapsis, sin la cual todo estimulo que precisase llegar a la capital, a través de esta tierra bendita, naufragase. Iberos, celtas, fenicios, griegos, tartesios, cartagineses, romanos, visigodos y musulmanes han pasado por la ciudad más antigua habitada de Europa, dejando sus huellas ella, pero también en San Fernando. Pero un hecho es fundamental, ninguno de ellos consiguió su propiedad, siendo siempre libre, porque la libertad ha sido el pasquín vivo e invisible que cada ventana y balcón llevan inserto en las forjas de sus aceros. Hubo un momento difícil de posible pérdida completa de la salud en la vida española y Cádiz y provincia no fueron ajenos a ello. Corría el año de 711 D.C. y el pueblo musulmán con apoyos de gobiernos de escasa calidad ética y estética, consiguió que un territorio de clara herencia racial europea, cultura románica, creencia cristiana y política hasta entonces goda, dejara de llamarse España.

Al-Andalus habría sido el nombre, exento de agua bautismal, que habría llegado a nuestros días y seríamos en la actualidad parte de la Comunidad Islámica como Libia, Egipto o Pakistán. En el siglo VIII la provincia estaba en manos de los árabes que llamaron Quadis a la capital. La conquista del país por el pueblo musulmán se había apoyado en una traición, la del conde D. Julián, gobernador de Ceuta, que al parecer y debido a que el último Rey Godo, D. Rodrigo en la corte, más posiblemente de Sevilla, que la de Toledo, había deshonrado a su hija mediante violación. Era ella conocida con el nombre de La Cava de procedencia árabe y que significa mala mujer o prostituta. El romancero de la época así se expresaba: “Ella dice que hubo fuerza, él que gusto compartido”. Pertenecía D. Julián al partido de los Witiza, que habían sido derrotados por D. Rodrigo. El deseo de venganza le llevó a este personaje a ponerse en contacto con Musa, gobernador musulmán al que previamente se había enfrentado, dándole a conocer los entresijos y luchas internas en el reino visigodo y le prometió su ayuda y la de los hijos de Witiza para poder invadir la península y conseguir su conquista. Tras consulta con el Califato de Damasco, finalmente fue vencido y muerto D. Rodrigo. Lo que debió ser un problema de justicia y, a lo más, una venganza personal en manos del conde D. Julián fue el anteponer una persona, aunque fuese su hija a la vida de todo un pueblo y su caída definitiva. Por eso no hay quien borre esta actitud traicionera del dominio árabe de la península, aunque autores como Goytisolo haya puesto gran énfasis en demostrar lo contrario, en esta controvertida historia.

Septiembre no podía mirar hacia otro lado, era precisa su presencia ante los acontecimientos que la reconquista estaba llevando a cabo y el día 14 de este mes y en el año de 126, Alfonso X El Sabio, logró terminar la conquista de Cádiz y provincia. Ello suponía llegar hasta el Atlántico y reconquistar el valle del Guadalquivir para las armas cristianas. La ciudad de Cádiz había venido a menos y estaba poco poblada, pero su importancia estratégica permitía controlar los movimientos musulmanes en Tarifa y Algeciras, y cuando finalmente en 1264 los musulmanes fueron expulsados definitivamente Cádiz y provincia volvieron a a recuperar la importancia perdida cuando estaba en mano de los benimerines, un grupo bereber, procedente del norte de África.


Un día antes, un 13 de septiembre de 1923, el general D. Miguel Primo de Rivera dio un Golpe de Estado. Tuvo carácter pacífico, porque la oposición muy escasa, tanto por parte del Rey Alfonso XIII, como del gobierno de García Prieto y en la misma línea estuvieron un sector importante del ejército, la burguesía, las clases medias, anarquistas, comunistas y socialistas que pasaron de una actitud expectante a una aceptación y colaboración, en principio, con el nuevo régimen. La crisis política, el descontento social, el desastre de Anual, la crisis militar que ello originó, la búsqueda de una estabilidad y orden, el creciente nacionalismo y la necesidad de una reforma intensa en educación economía y obras públicas fueron las causas, entre otras, del advenimiento de esta forma de toma del poder. Duró poco, en enero de 1930, el mismo rey destituye a D. Miguel que desterrado a París, diabético y con una gripe que complica su salud, muere repentinamente, según su médico personal por un embolismo, que no descartaba la posibilidad de un fallo coronario, pero un importante grupo de personas y cronistas de la época confirmaron que murió por envenenamiento. Los tópicos y rumores siempre han sido las delicias de nuestra historia y sociedad. De esta forma y durante la dominación musulmana se crea el “mito de las tres culturas”. La coexistencia idílica, la dulce convivencia entre cristianos, judios y árabes. Así ha llegado hasta nuestros días y con un empecinamiento por una parte de los ciudadanos españoles, que llega a rozar el fanatismo insultante o violento. La verdad es que tanto musulmanes, como judíos o cristianos eran víctimas de todo tipo de discriminaciones legales, expuestas a incontrolables desmanes populares.

Las leyes musulmanas prohibían a sus fieles vivir en comunidad con cristianos y judíos a los que calificaban de “gentes viles”.Tenían todos los derechos posibles de la época y estaban exentos de obligaciones, mientras cristianos y judíos carecían de derechos y estaban sujetos a las viles obligaciones. Nunca olvidaron los musulmanes su superioridad y exigían que cristianos y judíos llevaran signos por los que serían conocidos para poder humillarles y no se les consentía ni llevar atuendos de personas honorables. Había pena de muerte por apedreamiento para el moro que yaciera con una cristiana y también para ésta. Los judíos nunca fueron raza dominante, siempre llevaban a rastra su destierro y encontraron la muerte tanto al lado cristiano como al musulmán. En el lado cristiano las cosas no fueron distintas y en el libro de Las Siete Partidas y en la Crónica de España, Alfonso X habla “de la vil gente de los africanos, no se distinguen por su fuerza o bondad, sino por el arte y engaño de sus hechos. La conversión de musulmán a cristiano - y viceversa - estaba condenada a pena de muerte.

Estos ejemplos entre los múltiples existentes dejan muy lejos la posibilidad de un abrazo entre las tres culturas. La historia no puede estar basada en rumores o caprichos interesados de grupos, que tienen en la propaganda fraudulenta y masiva su más firme pilar. Antes de elevar a alguien en un pedestal, o derribarlo, es preciso un conocimiento certero de lo ocurrido en el y su época. Hay mucha falta de manos limpias en esculturas que lucen en plazas y avenidas. Y bastante ignorancia o desconocimiento en quienes la permiten. Una memoria histórica sin el pedestal de la verdadera sabiduría, es más letal en el ánimo de la sociedad, que una ley restrictiva que ponga rejas a la libertad. Septiembre está a favor de la verdad, quienes viven sus días no son en la mayor parte de las veces, partidarios  de la misma porque hay inclinaciones partidarias cuyo equilibrio lo mantiene el resentimiento, la envidia o el odio.

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