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Curioso Empedernido

Las milongas de Landaluce

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No piensen que el candidato del PP a la alcaldía de Algeciras se ha marchado a Argentina y se  encuentra aprendiendo la canción y el baile popular del Río de la Plata. Nada de eso; nuestro amigo José Ignacio y sus milongas, son puros embustes y mentiras bajo diferentes formas de maquillajes y disfraces.

 Para más INRI, desde el pasado lunes algo le sucedía a Landaluce, había quedado  envuelto, como abducido  en las redes del poder seductor de Rajoy, tras su paso por Algeciras camino de la hermana ciudad de Ceuta, y recordaba que la última vez que estuvo en nuestra ciudad su gran líder nacional, había logrado congregar alrededor de cien personas en nuestra Plaza Alta.

La noche anterior habían tenido una reunión clandestina en un hotel de Los Barrios, sin que nadie supiera de qué hablaron ni para qué, resultando el contenido tan secreto que habían procurado buscar lugares en los que no hubiera cámaras y micrófonos, sin luz ni taquígrafos. Al día siguiente le invitó a café y le presentó a su gente en la lista, entre “un baño de multitudes”, hablaron del bien y del mal, de la muerte de Osama Bin Laden y de Gibraltar, de cuestiones trascendentes y celestiales de gran repercusión en la política nacional e internacional.
Casi todo el mundo se extrañaba de que el señor Landaluce y el señor Rajoy, apenas dedicaron unos minutos a parlamentar de los problemas de nuestra Algeciras, y es que el uno estaba, como siempre de paso y el otro era parafraseando la obra de Moliere un candidato a palos, que sigue en un mar de confusiones con el Corredor Central Ferroviario aunque jure y perjure que el está por la labor, ya que el PP en cada sitio dice una cosa distinta según convenga, para intentar quedar bien con los de Cádiz, Algeciras, Málaga o Valencia.

Mientras el pueblo se seguía preguntando  si finalmente, había deshojado la margarita y se había decidido como ya lo hizo cuando gobernaba con Patricio González, por su silloncito en Madrid, en lugar de permanecer, ocuparse y preocuparse en exclusiva por nuestros problemas como portavoz de la oposición.

Tampoco, ni los más avispados en cuestiones de espionaje político habían logrado averiguar cual era el modelo de gobierno que Landaluce iba  a seguir, en el improbable caso de alcanzar el gobierno municipal, si el del señor Juárez con sus condenas e inhabilitaciones o el del señor Sánchez, que ni paga a los trabajadores ni mantiene los servicios básicos.

A todo esto había que añadir que su programa continuaba siendo ese gran desconocido, que nos producía más inquietudes que tranquilidades, y ante cuyas insinuaciones de recortes y privatizaciones, no podíamos ni permanecer neutrales ni indiferentes. Lo que los ciudadanos y ciudadanas tenían cada día más claro, siguiendo los eslóganes de los principales partidos que Algeciras no era lo primero para él y sobraban razones para entender que con él, Algeciras ni ganaba, ni suponía ese cambio necesario que tanto pregonaba.

A Landaluce en el fondo, la política municipal le aburría y le cansaba porque él estaba llamado a mas altos menesteres, cuando de nuevo los populares alcanzaran el gobierno de la nación. Además tenía la suerte de que no había buscado la fama, sino que ésta le había encontrado a él. No siempre se tiene la fortuna de vivir al lado de la última colonia existente en Europa, y soñaba con llegar algún día a ser Ministro de Asuntos Exteriores y poder gritar a pleno pulmón, ¡Gibraltar español!

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