Tengo la fortuna de jugar cada semana partidos de tenis con una persona cuya experiencia y constancia le hacen salir vencedor en la gran mayoría de las veces que compartimos pista. “Remar, remar y seguir remando” es una proclama que me repite cuando ha ido por detrás en el marcador y logra darle la vuelta. Cuando no se encuentran los golpes adecuados hay que seguir jugando para conseguir que aparezcan, viene a decirme.
Forma parte de su afición al tenis ser un gran seguidor de Rafa Nadal, aplaude mucho su tenacidad en la pista y su capacidad de resiliencia.
Conozco, también, a otra persona de la que sobresale su empatía, preocupación por los demás y una enorme vocación por su profesión, en la que en su trabajo diario ayuda a muchos, unas veces se dé cuenta u otras no sea consciente de que lo hace.
Ella se ha alegrado mucho por los triunfos del tenista mallorquín y en las conservaciones que surgían después de verle hacerse de nuevo con el trofeo de Rolland Garros, siempre destacaba que Nadal estaba pendiente de las personas de alrededor, como en las ocasiones en las que ha estado atento a alguien del público que se ha mostrado en mal estado o a un recogepelotas que se ha hecho daño, por ejemplo. También ha puesto en valor varias veces su capacidad de seguir avanzando y cómo se ha vuelto un positivo ejemplo de trabajo constante.
En la memoria de muchos quedarán guardadas todas las ocasiones en las que han visto a Rafa Nadal hacerse con incontables títulos, levantar a toda la grada y provocar un ruido ensordecedor por ganar un punto contestando un golpe que parecía imposible de devolver, o asombrarse por cómo, cuando parecía que no le quedaban fuerzas, ha sido capaz de encontrar la manera de convencer a sus músculos de que todavía se podía jugar un punto más.
Uno de los mejores tenistas de todos los tiempos, se dice pronto. El mallorquín ha hecho historia, pero hay algo que es de vital importancia que ha logrado este jugador y que va más allá de las impresionantes habilidades que ha mostrado sobre la pista.
En la referencia que los deportistas de élite se convierten para muchísimas personas, Rafa Nadal ha logrado ser embajador de muchos de los valores más bonitos del ser humano y que deben ser puestos en gran valor en nuestra sociedad con más frecuencia.
Nadal ha conseguido a través de su actitud en la pista, caracterizada por la educación y el saber estar, ensalzar la figura de una persona respetuosa y que muestra preocupación por los que están a su alrededor, les conozca o no.
Gracias a estos gestos del mallorquín, a veces, al verlo nos hemos acordado de alguien que posee esos valores y le hemos dado la relevancia que merece que los tenga.
Así es como un deportista trasciende de verdad, cuando implica algo más que su disciplina. En este sentido, Nadal ha conseguido ir más allá del tenis.