A quienes tengan la gracia de leer esta columna y me conozcan algo, imaginarán que por el apellido que la titula me refiero a mi muy admirado desde hace años profesor Juan Luis Manfredi, del que tanto he aprendido y de quien tan buenos consejos he recibido siempre. También podrán pensar que me refiero a su hija, mi querida amiga Berta, hija del anterior y, repito, amiga de las cosas buenas y las no tan buenas. O también, por qué no, podría referirme a aquellos que están al lado de éstos: el bueno de Antonio Arrondo o la matriarca del clan, la dulce Olivia Sánchez, magnífica escritora por cierto. Pero aunque les toque de cerca, estas líneas van hoy dirigidas al hijo y hermano de los nombrados y que responde al mismo nombre que su progenitor: Juan Luis Manfredi.
Nos ha dado una alegría a todos los que le apreciamos, a él y a su espléndida familia. Recientemente ha sido condecorado con la Encomienda de Isabel La Católica, Real Orden Americana, que le ha impuesto S.M. el Rey en un acto en el Palacio de la Zarzuela. Todo ello ha sido motivo de satisfacción, alegría e infinidad de adjetivos que, por el espacio limitado, no reproduzco y de los que me he sentido parte y partícipe.
El motivo es importante, relacionado con su buen hacer durante años como catedrático Príncipe de Asturias en la School of Foreign Service (Georgetown University), periodo ya acabado y donde me consta que ha dejado un nivel académico y personal muy difícil de igualar. De ahí el merecido reconocimiento de Su Majestad el Rey don Felipe. Ahora vuelve a la Universidad de Castilla-La Mancha, de la que es profesor titular de Periodismo y Estudios Internacionales. Por aportar un apunte más, ha sido director académico del Observatorio para la Transformación del Sector Público en ESADE Business School (2016-2022). Y un último apunte: se convirtió en su momento en el primer catedrático de Periodismo de la UCLM.
Los méritos que concurren en su persona son más que merecedores de este importante galardón y de los que seguro vendrán. Ante esto, me llega un soplo de aire fresco (y profesional) de que todo en el periodismo no está perdido. Frente a la poca ética deontológica (la tele basura es un buen ejemplo) que existe en la profesión, quedan aún muchos que siguen apostando por la comunicación con seriedad y profesionalidad. En las facultades del periodismo intuyo que es necesaria la presencia de muchos “manfredis” como este.
A decir verdad, no hay nada mejor que sacar del refranero aquello de que “de casta le viene al galgo”. Su merecidísimo reconocimiento me obliga, con satisfacción, mirar hacia atrás para descubrir la sangre que a Juan Luis Manfredi Sánchez le corre por las venas. Sin duda, un galardón que a todos nos hace felices y que ha dibujado más de una orgullosa sonrisa al que siempre he llamado el “viejo profesor”.
Felicidades para muchos. Enhorabuena para todos.
