El tiempo en: Sevilla
Publicidad Ai
Publicidad Ai

Andalucía

Chocolate en los Alpes

En el cantón de Friburgo y cerca del pintoresco pueblecito medieval de Gruyeres, Broc alberga la visitable fábrica de chocolate Cailler

Publicidad Ai
Publicidad Ai
  • Materias primas Cailler. -

Es muy posible que a usted le guste el chocolate y que esta simple palabra le haga pensar en algún rincón de Suiza. Nada más lejos de la realidad, fue en el país helvético donde se creó la auténtica tableta de chocolate, un país que ostenta la tasa más alta de consumo de chocolate en el mundo: 12 kilos por habitante y año. En el cantón de Friburgo y bastante cerca del pintoresco pueblecito medieval de Gruyeres, Broc alberga desde 1898 la fábrica de chocolate Cailler, un centro de producción perteneciente al grupo Nestlé que desde abril de 2010 ofrece al público su nuevo Centre Visiteur, una exposición sobre el chocolate, su historia, su producción y su disfrute a lo largo y ancho de 2,400 apasionantes m2.


Al llegar a la fábrica de Cailler, en las afueras de Broc y con su propia estación de tren, lo primero que llama la atención es el edificio blanco que hace las funciones de edificio principal. Si bien, a medida que uno se acerca, la mejor y más excitante tarjeta de presentación que la visita promete es sin duda el cada vez más intenso olor de cacao y chocolate presente en el ambiente. La organización en cuanto a compra de entradas y colas de acceso es, como cabe esperar en Suiza, simplemente perfecta. Según el idioma que usted prefiera, le ubicarán en el inmediatamente grupo siguiente que le corresponda, una opción en la que no tendrá que aguantar esperas superiores a quince minutos. Todo un lujo si lo que quiere es escuchar comentarios en su propio idioma. Durante la espera, no se pierda la colección de carteles históricos de la fábrica.


La visita se inicia con la locución grabada en el idioma correspondiente que hace las veces de “guía acompañante”, a través de la historia del chocolate, un nombre azteca ya que fue esta civilización quien ya lo consumía siglos antes de que Hernán Cortés lo introdujera en Europa. Así, el chocolate, una bebida que se elaboraba a partir de la fruta del árbol del cacao, era considerada por los aztecas como un alimento generador de felicidad y también como moneda de cambio, ya que los aztecas cuantificaban, por ejemplo, un conejo por diez semillas y un esclavo por cien. Hernán Cortés, al llegar a lo que hoy es México, buscaba oro amarillo pero encontró oro marrón: los aztecas le ofrecieron un árbol de cacao pero Cortés acabó conquistando el imperio azteca. En el primer viaje de Hernán Cortés a Europa, los barcos españoles transportaron oro y cacao, una bebida de dioses a la que Carlos V aconsejó añadir azúcar.


Debido a sus propiedades reconstituyentes, excitantes y sensuales, el chocolate llegó a dividir a la sociedad en función de sus actitudes conservadoras o progresistas, ya que mientras los jesuitas estaban a favor de su consumo, los dominicos estaban totalmente en contra ya que opinaban que el chocolate era la bebida del diablo. La polémica llegó tan lejos que el propio Papa proclamó que el chocolate, al ser una bebida, no rompía entre los monjes la regla del ayuno (¡!). María Antonieta, antes de ser ajusticiada, pidió un chocolate como última voluntad.


A finales del s. XIX los suizos inventan el chocolate en tableta, una maravilla que le debemos a personajes ilustres como Daniel Peter, François-Louis Cailler o el propio Nestlé, quien inventó una bebida específica para niños a base de cacao. La fábrica Cailler se fusiona con Peter, Kholer y Nestlé en 1929 como una medida para superar la crisis económica de la época. Actualmente, Cailler produce entre 16 y 18 millones de kilos de chocolate con un promedio diario de 65-70 toneladas de los que casi 2/3 se dedican a la exportación. 340 personas en fábrica y más de 65 en oficinas de quince nacionalidades diferentes todas ellas, hacen realidad cada día un sueño que se inició hace más de un siglo. El futuro de Cailler y sus nuevos productos pasa por el Centro de Excelencia del Chocolate, un insituto ubicado junto a la fábrica de Broc en la que se investigan innovadoras aplicaciones al mundo del chocolate.


La visita continúa con el conocimiento de todas las materias primas con las que se elaboran diferentes tipos de chocolate. Una sala en la que se pueden tocar y oler todo tipo de semillas y productos utilizados en la producción, precede a un último y breve paso por una línea de producción. El final de la visita, ¡y cómo no!, es una degustación de diferentes productos Cailler en la que el límite, lo pone usted. En esta sala encontrará chocolates blancos, con leche, pralinés y chocolate negro para todos los gustos. En el pasillo de entrada a la degustación encontrará varios paneles de información (como todos los que le acompañan en la visita). Deténgase a leer con detenimiento uno que le indica cómo degustar el chocolate para apreciarlo no sólo con el paladar, sino con el tacto, el olfato y la vista. Los diferentes impactos que se producirán en su cerebro y su interpretación, son también aspectos que le recomiendo estudiar. El chocolate, como el vino, se degusta, se disfruta y se saborea. En Cailler, aprenderá un poquito más a beneficiarse de todos estos aspectos del chocolate. Haga la visita, si le gusta el chocolate, aprenderá a amarlo un poco más y sobretodo, un poco mejor. 
Para obtener más información: http://www.cailler.ch/en/Home.aspx

 

Sugerencia:

Disfrutar de los carteles antes de entrar en la fábrica. La organización en cuanto a compra de entradas y colas de acceso es, como cabe esperar en Suiza, simplemente perfecta. Durante la espera, no se pierda la colección de carteles históricos de la fábrica.

Para no perderse:

Apreciar el chocolate con todos los sentidos, no sólo el paladar. Deténgase a leer un cartel que le indica cómo degustar el chocolate para apreciarlo no sólo con el paladar, sino con el tacto, el olfato y la vista. Estudie los diferentes impactos que se producirán en su cerebro y su interpretación.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN