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Lo que queda del día

Pacheco, a la espera de un epílogo

Pacheco, empeñado en escribir su propo futuro, no ha sorprendido a muchos con su continuidad, aunque sentirse víctima propiciatoria tampoco ha reactivado los apoyos en masa de los que gozó en el pasado

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desde la “paliza” electoral que  padeció en las municipales de 2007, ha habido cierto empeño colectivo a la hora de escribirle a Pedro Pacheco el último capítulo de su biografía política, como si fuese algo ajeno a su voluntad. Siempre retratado-imaginado desde un retiro glorioso y condescendiente, casi con honores, como un Di Estéfano sin Chamartín, pero con calle Consistorio, hay quien se ha empeñado en lamentar que no se le hubiera dedicado una calle, que no se le hubiera tenido más cerca para aprovechar su valiosa agenda de contactos y hasta que no se le hubiera rendido homenaje aprovechando su retiro provisional, como una invitación a hacerlo definitivo, en favor de un quid pro quo en el que siempre debería salir ganando la ciudad.

En esa idílica composición nunca se tuvieron en cuenta ni el empecinamiento del ex alcalde, ni los odios que había acumulado en su contra, y ya se sabe que no hay sentimiento más puro, sincero e inquebrantable que el odio -para algunos, el único insobornable-, por lo que por muchos futuros, alternativas y sinopsis posibles que se adivinaran en torno al “inmatable”, todas quedaron reducidas a cenizas junto con las papeletas de votos que determinaron el destino de la historia municipal más reciente y la suya propia.

Nunca supe encontrarle el sentido paternalista desde el que, ya sea con aprecio o indiferencia, se le quiso otorgar a Pacheco la condición de prócer, pero devaluado al fin y al cabo, ignorando, de paso, algo que ya  nos invitó a tener presente con antelación Carlos Manuel López Ramos: “Don Pedro mantiene unas excelentes y asiduas relaciones con Mefistófeles, ilustre señor de las tinieblas y acreditado consejero de artistas”; de cuya metáfora se deduce por dónde debían entrarle y salirle al ex alcalde los empeñados consejos de la opinión pública.

Pocos días antes de conocerse la demoledora sentencia de la Audiencia Provincial por el caso asesores, estuvimos conversando, no del juicio -casi lo evitaba-, no del Gobierno local -pese a su insistencia-, pero sí de su afán como lector y de sus inquietudes personales como ciudadano. Hablamos de E.L.Doctorow, de las recién rescatadas lecturas clásicas del Oeste, de Dennis Lehane, de los nuevos maestros de la novela negra sueca; también del atentado de Boston, de su visión sobre la política nacional en su conjunto, de los vaivenes del PP, del temor a una nueva extrema derecha, incluso me recomendó un par de revistas de análisis de reciente aparición para avanzar en la interpretación del mundo que nos está tocando vivir... Ese Pacheco de perfil ilustrado, quién sabe si madurando el esbozo de sus propias Memorias, y líder de una nueva causa ideológica, dominada desde su irrenunciable personalismo, concuerda en poco con lo esperado por unos  y lo deseado por otros, aunque quien haya venido a ponerlo todo en evidencia no haya sido el paso del tiempo, sino un dictamen judicial que parece querer precipitar un final inesperado de indudables, y también desconocidas, consecuencias.

No sé de leyes. Hasta ahora me ha funcionado cierto elemental sentido común a la hora de diferenciar entre el bien y el mal para desenvolverme en el día a día, y aunque, a lo sumo, aguardara algún tipo de inhabilitación para el ex alcalde, no puedo poner en duda el dictamen de quien ha fallado a la luz de unos hechos y a tenor de una legislación vigente. Que el Supremo decida si no es así, y, al mismo tiempo, nos aclare por qué otros casos de enchufismo se zanjaron con la inhabilitación de un ex alcalde y en este caso no.

Otra cuestión son las lecturas interesadas que se le han podido dar a la sentencia -alguien debería concretar que el juicio no iba sobre 28 años de gestión municipal, sino sobre un caso de enchufismo- y, más aún, las corresponsabilidades políticas que deberían emanar de la misma: si la mera imputación de un político es recibida con gritos de “dimisión”, no menos cabría reclamar a los condenados por una sentencia como ésta, aunque sólo sea por preservar la mermada confianza en la clase política.

Tampoco es que Pacheco, empeñado en escribir su propio futuro, haya sorprendido a muchos con su continudad, aunque sentirse víctima propiciatoria frente a Gürtels, Undargarines y fondos de reptiles, no ha reactivado los apoyos en masa de los que gozó en un pasado que para muchos parece haber quedado en el olvido de tanto pensar, por él, en su futuro.

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