El PP y la reconquista
La Covadonga del Partido Popular está en Galicia y desde allí pretende iniciar la reconquista del poder en España...
La Covadonga del Partido Popular está en Galicia y desde allí pretende iniciar la reconquista del poder en España. Esta idea, servida en formato de réplica parlamentaria, no ha salido de boca de un dirigente popular. Curiosa –o premonitoriamente– ha sido la vicepresidenta del Gobierno quien le ha dado forma en el transcurso de la última sesión de control celebrada en el Congreso.
Puede que la señora Teresa Fernández de la Vega no haya reparado en la capacidad profética de ciertas palabras que remiten al imaginario colectivo. Evocar a don Pelayo en el transcurso de un rifirrafe dialéctico es conectar el google de la Historia de España y abrir la página de una saga ungida por el mito y la leyenda.
Milan Kundera decía que hay palabras que despiertan el subconsciente colectivo y responden a llamadas no atendidas y perdidas en el tiempo. Es sabido que Soraya Sáenz de Santamaría, la portavoz popular, consigue alterar los nervios de la vicepresidenta del Gobierno. Contra Eduardo Zaplana, Fernández de la Vega se despachaba mejor.
Estuvo bien de reflejos la vicepresidenta al bautizar la derrota socialista en Galicia como una cuestión de democracia –al tiempo que etiquetaba lo que pasa en Madrid y en Valencia como corrupción–, pero no acertó a devolver el obús lanzado por su oponente cuando, hablando de la recesión económica la recordó que no hace ni un año que Rodríguez Zapatero todavía prometía pleno empleo. Al evocar la Reconquista –escribámoslo así, al modo tradicional: con mayúscula–, Fernández de la Vega quizá no reparó en que se adentraba por el inquietante mundo de la profecía. Son las cosas que tiene la política cuando se improvisa.
Puede que la señora Teresa Fernández de la Vega no haya reparado en la capacidad profética de ciertas palabras que remiten al imaginario colectivo. Evocar a don Pelayo en el transcurso de un rifirrafe dialéctico es conectar el google de la Historia de España y abrir la página de una saga ungida por el mito y la leyenda.
Milan Kundera decía que hay palabras que despiertan el subconsciente colectivo y responden a llamadas no atendidas y perdidas en el tiempo. Es sabido que Soraya Sáenz de Santamaría, la portavoz popular, consigue alterar los nervios de la vicepresidenta del Gobierno. Contra Eduardo Zaplana, Fernández de la Vega se despachaba mejor.
Estuvo bien de reflejos la vicepresidenta al bautizar la derrota socialista en Galicia como una cuestión de democracia –al tiempo que etiquetaba lo que pasa en Madrid y en Valencia como corrupción–, pero no acertó a devolver el obús lanzado por su oponente cuando, hablando de la recesión económica la recordó que no hace ni un año que Rodríguez Zapatero todavía prometía pleno empleo. Al evocar la Reconquista –escribámoslo así, al modo tradicional: con mayúscula–, Fernández de la Vega quizá no reparó en que se adentraba por el inquietante mundo de la profecía. Son las cosas que tiene la política cuando se improvisa.
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