El diestro sevillano Daniel Luque resolvió con gran facilidad y cortando tres orejas su gesto de encerrarse en solitario con seis toros de distintas ganaderías, en la corrida de hoy de la feria del Pilar de Zaragoza.
FICHA DEL FESTEJO.- Toros, por este orden, de Antonio Bañuelos, terciado y bravo; Fuente Ymbro, basto y desrazado; Alcurrucén, bien presentado y manejable; Victorino Martín, de poco cuajo y con complicaciones; Victoriano del Río, voluminoso y rajado; y Puerto de San Lorenzo, bastote y descastado.
Daniel Luque, como único espada: estocada trasera desprendida (oreja con fuerte petición de la segunda y dos vueltas al ruedo); pinchazo hondo y dos descabellos (silencio); estocada trasera (oreja tras aviso); pinchazo y estocada trasera (oreja); pinchazo y estocada fulminante (silencio); pinchazo y media estocada perpendicular (palmas). No salió a hombros.
Durante la lidia del tercero, resultó herido en un quite el sobresaliente Manuel Carbonell. Según el parte médico, fue intervenido de una cornada "con orificio de entrada de 4 centímetros a nivel del cuarto espacio intercostal del hemitórax derecho, con trayectoria ascendente de 15 centímetros que desgarra las fibras del músculo pectoral mayor y produce un orificio de salida de 2 centímetros en la axila. Pronóstico grave, pendiente de estudio por imagen".
El banderillero Carlos Casanova saludó tras banderillear al cuarto. También fue ovacionado con ese toro el picador Juan José Esquivel.
La plaza se cubrió en tres cuartos de su aforo, en el quinto festejo de la feria del Pilar.
MÁS TORERO QUE TOROS
Daniel Luque solventó la siempre dura papeleta de estoquear seis toros en solitario casi sin despeinarse. La conocida facilidad lidiadora del torero sevillano, la misma que ya mostraba desde sus primeros pasos en la profesión, marcó su actuación en la corrida de hoy en Zaragoza, que no saldó con mayores resultados por la falta de raza de la mayoría de los astados a los que se enfrentó.
El único verdaderamente bravo del sexteto apartado para su gesto fue el que abrió plaza, un terciado pero cornalón castaño de la ganadería burgalesa de Antonio Bañuelos, que fue profundizando sus buenas embestidas gracias a la suavidad con que Luque le planteó la faena.
Antes de tomar la muleta, le hizo Luque a este toro, por chicuelinas, el único quite lucido de los sólo tres que pudo ejecutar en un compromiso que siempre exige cierta variedad, aunque fue el propio comportamiento de los astados lo que hizo que el toreo de capote apenas pasara de ser un mero trámite en toda la tarde.
Fue así la faena a ese primer toro la más redonda de las seis, marcada por el temple de los pases con la mano derecha y la frescura de los adornos finales. Pero, probablemente por querer el torero administrarse ante lo que todavía le quedaba por delante, fue también un trasteo medido en el que se echó en falta una mayor entrega en el toreo fundamental.
Con todo, se pidió con fuerza para Luque una segunda oreja, que el presidente no quiso conceder, lo que, a la hora de hacer balance final de resultados, impidió al protagonista de la tarde salir a hombros de la plaza, ya que el reglamento taurino de Aragón exige para ello el corte de dos trofeos de un mismo astado.
Más importancia y mérito tuvo en cambio su labor con el cuarto, un cárdeno con el hierro de Victorino Martín, que ya por el color de la divisa daba a su lidia un interés añadido.
Y no defraudó Luque con él, en tanto que el toro, que derribó en varas, tuvo un comportamiento complejo, con una actitud en principio reservona que le hacía medir y probar al torero antes de arrancarse.
Pero la respuesta de Luque, sin una sola duda, le ayudó a terminar imponiéndose al incierto ejemplar, que, una vez reconocida su derrota, acabó rajado en la puerta de toriles. Fue la faena clave de la tarde, la que dio la mejor medida del torero, aunque fuera premiada sólo con una oreja.
Antes de eso, le había cortado otra, sin gran esfuerzo, a un manejable ejemplar de Alcurrucén, que corneó de gravedad al sobresaliente Manuel Carbonell, al que Luque permitió hacer un quite por gaoneras en el que el "invitado" dudó más de la cuenta.
Con los otros tres toros de la corrida apenas pudo el torero sevillano de Gerena más que lidiarlos con solvencia y con desigual acierto estoqueador.
Para administrar fuerzas no empleó demasiado tiempo con el desrazado y basto toro de Fuente Ymbro; le robó luego varios pases a un voluminoso ejemplar de Victoriano del Río, que se refugió en tablas, e hizo un esfuerzo añadido por sacar un escaso partido al descastado cuatreño de Puerto de San Lorenzo, que puso final a su gesto.