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Si es usted  titular de una de las 38 millones de tarjetas de crédito  emitidas en nuestro país  estoy seguro que  no habrá tenido la suerte de que su entidad le exima de los  pagos realizados con la misma, antes bien,  si  no son  atendidos puntualmente,  seguramente, terminarán siendo reclamados por la vía judicial. En realidad este procedimiento está dentro de los términos  que todos los ciudadanos  asumimos, todos salvo los  consejeros y algunos altos cargos de Caja Madrid, hoy Bankia,  porque, mientras  su  entidad  tenía que recibir  22.400 millones de euros de fondos estatales, míos y de ustedes, para evitar su quiebra total, ellos las utilizaban con toda prodigalidad  en beneficio propio  gozando de una inmunidad fiscal que les proporcionaba  las triquiñuelas contables  de su entidad.


Esta actuación de algunos consejeros  y  altos directivos  de la caja madrileña,     responde, en mi criterio, a una distorsión  total de  la   conceptuación de la gestión a realizar.  Los casos,  en muchas cajas de ahorros, no solo de la índole que hoy nos ocupa,  han rebasado   sobradamente todos  los límites éticos establecidos,  pues, además de estas prebendas,  consejeros y  altos directivos  gozaban,  de otras ventajas  como créditos blandos,  dietas millonarias, viajes de lujo gratuitos etc.    Estas entidades, que  desempeñaron un papel esencial en el  desarrollo  de la clase media española,    fueron  objeto de la colonización política  que  transmutó  el sentido claro de su función y del  objetivo para el que fueron fundadas  siendo utilizadas,  en su lugar, bajo la excusa de potenciar la expansión económica  de cada territorio de su influencia,  para manipular y  subvertir  la gestión a su antojo aplicando  criterios políticos y  de amiguismo a ultranza,  como si se trataran de un apéndice más de sus partidos, ( ¿ en qué código se basaron para condonar créditos millonarios a sus propios  partidos?) ,  y  de financiar proyectos demenciales solo amparados en su fiebre populista  y, en definitiva, para aniquilar una de las más fructíferas instituciones  del entramado financiero español que,  al final,  han necesitado más de 50.000 millones de euros para su rescate  destruyendo  63.000 puestos de trabajo.


Asuntos como los que hoy nos ocupan, junto al rosario de otras  corruptelas  y perversiones, además de exigir ser clarificados y recuperar los importes fraudulentamente  apropiados,  alimentan claramente la irritación ciudadana, no sólo contra los actores, sino contra la clase política en general  señalados, en primera y última instancia, como los responsables de estos desmanes, además de contribuir a incrementar la desafectación  cívica, alimentando las expectativas electores  de esa nueva opción política aunque su programa esté basado en propuestas inasumibles. Cuesta mucho trabajo convencer a los votantes de que las aportaciones realizadas por el Estado  para salvar entidades pueden estar justificadas para evitar el hundimiento de los sistemas, sobre todo cuando comprueban que  parte de esas ayudas  han terminado en los bolsillos de algunos dirigentes de esas entidades. 


¿PARA CUáNDO LA  REGENERACIÓN DE LA GESTIÓN POLÍTICA  DE UNA … VEZ?

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