El hombre primitivo abandonó su nomadismo y adoptó un asentamiento más fijo, formando agrupaciones que le permitieron defenderse de un ambiente adverso. Se crearon colectividades cada vez más complejas, conocidas como ciudades. En ellas, el individuo debió atemperar su conducta al entorno plural en que su vida se desarrollaba, y los derechos de cada sujeto dejaron de ser ilimitados, porque incidían sobre los del resto de miembros de la comunidad.
De ahí emergió un corolario: la conducta del individuo debe ser cívica, es decir, apropiada a la vida en la civitas o ciudad. En el concepto de San Agustín, ciudad y sociedad prácticamente se confunden, es el colectivo humano el que más cuenta y menos su hábitat. Pero el hábitat es importante, como morada común. En síntesis, la ciudad es patrimonio común, y todos la debemos cuidar y respetar como algo propio. A eso me refiero cuando hablo de espíritu cívico.
Tengo ahora tiempo para pasear con morosidad por Jaén. Me agrada transitar por sus calles y plazas, que despiertan en mí entrañables recuerdos de antaño. Trabo contacto con muchos amigos afectuosos. Es un placer barato y remunerativo. Pero…
Me siento negativamente impresionado por los numerosos ejemplos de incivismo que surgen por doquier. Cuando contemplo las paredes de los edificios, la visión de pintadas pedestres, ayunas de estética, resulta ofensiva. Es Jaén una de las ciudades más estigmatizadas en este sentido, y nuestras autoridades deberían emprender una seria campaña de eliminación y sanción a sus autores. Otro tanto podría decirse respecto a pegatinas y carteles insertos en lugares indebidos, de los que habría que responsabilizar a los anunciantes. Ya que hemos progresado en limpieza de nuestras calles, y eso parece digno de elogio, completemos la tarea embelleciendo sus fachadas.
Falta espíritu cívico cuando los peatones y vehículos de motor transitan sin respetar las señales de tráfico; cuando los automóviles aparcan indebidamente (¿qué le sucede a la grúa municipal?); cuando los ruidos de sus bocinas y su música atruenan a los viandantes. La proverbial hospitalidad y solidaridad del pueblo jienense ha sufrido una sensible merma.