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Lunes 01/07/2024  

¿Nos engañan?

Como en el cuento de Pedro y el lobo, otra vez nos están asustando. Si hace unos años fueron la fiebre aftosa, los atentados terroristas con envíos de sobres llenos de antrax o la gripe aviar, ahora, y justo ahora, en plena crisis económica, lo están intentando con el brote de gripe porcina...

Como en el cuento de Pedro y el lobo, otra vez nos están asustando. Si hace unos años fueron la fiebre aftosa, los atentados terroristas con envíos de sobres llenos de antrax o la gripe aviar, ahora, y justo ahora, en plena crisis económica,  lo están intentando con el brote de gripe porcina.

Ahora ya nadie parece acordarse de aquellas alarmas sanitarias que tantos sustos nos dieron y que tanto dinero nos costó. España, por ejemplo, compró ingentes cantidades de vacunas contra la gripe aviar que nunca llegaron a utilizarse, pero que sí se pagaron religiosamente a los correspondientes laboratorios farmacéuticos cuyas acciones, por cierto, están subiendo como la espuma en estos días tras el anuncio de que ya están investigando para la obtención de la correspondiente vacuna antiporcina.

Ahora las autoridades sanitarias internacionales han subido el nivel de alarma a 5 de un máximo de 6. Dicen que ya se ha producido el primer contagio en una persona que no ha viajado a México, país origen del brote infeccioso, y en varios países se advierte a la población de que no viajen al país de los Mayas.

La Organización Mundial de la Salud dice estar alarmada y en algunos países ya se detectan amagos de psicosis colectiva.

Sin embargo, no más de seis enfermedades infecciosas mortales (la neumonía, la tuberculosis, las enfermedades diarreicas, el paludismo, el sarampión y más recientemente el VIH/sida) provocan más de la mitad de todas las defunciones prematuras, causando sobre todo la muerte de niños y adultos jóvenes.

Cada tres segundos muere un niño, en la mayoría de los casos por una enfermedad infecciosa que no es la gripe porcina. En algunos países, uno de cada cinco niños fallece antes de cumplir cinco años. Cada día mueren de paludismo 3.000 personas, tres de las cuales son niños. Cada año, 1,5 millones de personas fallecen por tuberculosis y otros ocho millones son infectados por primera vez. Casi 250.000 personas que vivían con el VIH murieron de tuberculosis en 2006 en todo el mundo. Un millón de personas sigue muriendo cada año a causa del paludismo, principalmente en los países del África subsahariana, a pesar de que la mayoría de los casos serían curables con el tratamiento adecuado.

Según datos oficiales de la Organización Mundial de la Salud la disentería produce unas 576.000 muertes anuales en el mundo.

Tras esas defunciones se halla una tragedia humana. Dado que esas enfermedades afectan sobre todo a los niños pequeños y a los progenitores que les procuran su sustento, su efecto en las familias es catastrófico. Los niños pierden al padre, a la madre o a ambos a causa de las enfermedades infecciosas. Por sí sola, la epidemia de sida ha dejado huérfanos a más de ocho millones de niños.

Para empeorar la situación, las familias corren el riesgo de endeudarse por la pérdida de ingresos y por el alto coste de la atención de salud, entrando así en el círculo vicioso de la pobreza y la mala salud.

Las infecciones respiratorias agudas son responsables de numerosas defunciones. La neumonía provoca la muerte de más niños que cualquier otra enfermedad infecciosa. La mayoría de esas defunciones (el 99%) se producen en los países en desarrollo. Sin embargo, en los países industrializados son raras las defunciones por neumonía.

El virus de la gripe común es otra causa de muerte en grandes sectores de población. Se dispone de muy escasa información sobre el número de muertes por gripe común en los países en desarrollo. Sin embargo, sólo en los Estados Unidos, la nación más poderosa del planeta, la enfermedad produce la muerte de 10.000 a 40.000 personas en una temporada media de gripe común.

Con este panorama habría que preguntarse qué es lo que hace a esta epidemia de gripe porcina distinta de todas las demás que el mundo padece desde antiguo y que no ha provocado, ni provoca apenas, la más mínima preocupación en las autoridades sanitarias mundiales ni ha disparado nunca ninguna alarma.
No quisiera pensar que nos intentan acojonar para distraer la atención de otros temas.

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