Mucho ha llovido desde que en 2002 el hotel Palmera Plaza abriera sus puertas junto a la Real Escuela de Arte Ecuestre por primera vez de la mano de la cadena catalana Prestige. Sus cinco estrellas no fueron suficientes para vencer a la crisis hace tres años, y el oxígeno de Vita Oteliers, sus últimos propietarios, apenas duró medio año. Ahora, 12 meses después de su cierre, los salones majestuosos de este establecimiento hotelero que en su día albergó numerosos eventos para la alta sociedad jerezana se han convertido en un foco de delincuencia e inseguridad ante los saqueos que se vienen produciendo por parte de varios grupos de personas. Esta situación no es nueva, viene de lejos, el problema es que los que se llevan el cobre a plena luz del día y ayer mismo trataban de arrancar de cuajo la máquina de aire acondicionado la han tomado también con los vecinos de las casas de al lado, a los que han llegado a apedrear en la cara desde el interior del hotel, cuando les han llamado la atención por su conducta.
De hecho, ya hay vecinas que ni siquiera se atreven a tender en las azoteas ante el temor de que estos sujetos, una parte de ellos de nacionalidad rumana, les hagan daño. Están desesperados. Llaman a la Policía casi a diario, y tras acudir a la zona, la respuesta siempre es la misma: no pueden hacer nada, más lejos que echarlos y reprobarles su conducta.
Sin embargo, como relataban ayer los afectados, es marcharse los agentes y saltar al hotel, alguno vez incluso por sus casas, para seguir desvalijando las instalaciones. Denuncian que estas mismas personas han llegado a robar en sus hogares, y están poniendo en riesgo su seguridad, dado que sin ir más lejos la noche del pasado miércoles los bomberos tuvieron que acudir a la zona por un escape de gas después de que estos individuos rompieran una tubería. No saben a quién acudir; han enviado cartas al Ayuntamiento para que tapien el edificio en su labor de velar por la seguridad ciudadana o, en su defecto, que exijan al propietario a que lo haga. Temen que un día ocurra una desgracia.