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Martes 14/05/2024  

Si quema, sopla

Podríamos haber traído hoy a nuestra sección temas tan cruciales y serios como: el triunfo en Estados Unidos del primer hombre de color...

Podríamos haber traído hoy a nuestra sección temas tan cruciales y serios como: el triunfo en Estados Unidos del primer hombre de color (eso sí, de color clarito, que tampoco es que sea negro, negro) el demócrata Barack Obama, la trágica muerte en atentado -¿o acción de guerra?- suicida de dos compatriotas (militares) en Afganistán, la orden dictada por el juez de captura del etarra De Juana Chaos, la cesión de Sarkozy -¿a qué precio?- de su silla a nuestro presidente del Gobierno en la cumbre de los países poderosos, del conocido como el crimen del cajero en el que unos jóvenes quemaron viva a una indigente… o la derrota del Real Madrid en la Copa del Rey a manos del Irún.  Pero hoy hablaremos de un tema mucho más banal que los referenciados. Sin acritud -como diría un viejo inquilino de La Moncloa- lanzaré unas breves reflexiones sobre un programa concurso -de los muchos, que  con mayor o menor seguimiento por el gran público, copan las múltiples televisiones en la actualidad-. No haremos mención de nombres, pero sí situaremos en el espacio y en el tiempo dicho concurso.  Verán ustedes, si les digo que el programa se emite en la nuestra, es decir, Canal Sur, los sábados por la noche, tiene como centro a la copla, los participantes cantan uno detrás de otro, hay un jurado compuesto por cuatro miembros (de los que uno siempre es un artista invitado), que los televidentes pueden votar y que es presentado por una guapísima señorita, ¿a qué no hace falta que les diga el nombre?
Pues bien situados todos, ahí van las prometidas reflexiones.

Primera: Siempre me ha fastidiado que se lleve a concurso obras de arte, actuaciones, escritos, etc. en los que la valoración subjetivísima del jurado te encumbra o estrella.  ¿Mencionamos a consagrados cantantes, escritores, toreros, etc.  por el verdadero juez -el público- que en su día los sapientísimos miembros de un jurado cualquiera tacharon de no aptos para la actividad en la que después triunfaron?

Segunda: Si admitimos que el concurso consiste en valorar objetivamente -ya les digo que yo niego cualquier atisbo de objetividad- cómo canta cada concursante, ¿por qué se entra en los pormenores de la situación económica, familiar, social e incluso de padecimientos de enfermedades de los concursantes? ¿Acaso, piensan que ello no influirá decisivamente en el público y en el jurado?

Tercera:  ¿Es lógico que antes de que cante cada concursante se proyecten unas imágenes de lo acontecido durante la semana, donde las más de las veces salen a relucir algunos encontronacillos entre los participantes, con claros atisbos de azuzar por parte de la presentadora?  En más de una ocasión, algunos de los concursantes salen al escenario enjugándose las lágrimas, ¿es esa la mejor situación anímica para llevar a cabo -con voz en directo- una actuación ante el ilustre y docto jurado?

Cuarta: La semana pasada quedó eliminada una concursante, que a mi modesto entender -ni yo sé de copla ni Dios me ha llamado por ninguna otra de las variantes del cante- lo tiene todo para triunfar ante el gran público: belleza, saber estar en el escenario y voz agradable.  Pero, claro, para el jurado no tenía el timbre de voz necesario para cantar copla. ¿Prohibida la evolución de este género?

Con todo cariño para este jurado: la más grande de la canción española, la que nació en la calle Sol de Jerez de la Frontera, dicen que no sabía ni cantar ni bailar pero con sólo salir al escenario desbordaba arte a raudales, se llamaba Lola y se apellidaba de España y, a buen seguro, que en sus comienzos no habría pasado el filtro de los miembros de nuestro afamado jurado.

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